Por
  • Eva Pérez Sorribes

‘Con-vivir’

La impresionante playa de Levante, la más grande de Salou
Playa de Levante, la más grande de Salou
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Algunos veranos son como los gobiernos de coalición, obligan a la convivencia y ponen a prueba nuestra paciencia y hasta nuestra conciencia. Pero a la vez demuestran de qué estamos hechos cada uno. Convivir en el apartamento de la playa con la familia y la del cuñado es la prueba del algodón, como para un Ejecutivo diseñar los presupuestos y repartir las consejerías. Pero si los acuerdos programáticos son tan complejos como plantar la sombrilla en alguna playa, no digamos salir de la zona de confort, compartir baño y rutinas y sacudirse el egoísmo individual en aras de la familia política. Por eso, el verano, lejos de ser ese tiempo idílico para reenamorarse mirando puestas de sol, puede ser la brecha que abre abismos lo mismo que unas elecciones abren nuevas etapas políticas. 

La convivencia prolongada nos desnuda y no todos pasan el examen. En la política hay cuatro años para aprobarlo, solucionando líos y tirando hacia adelante, siempre que haya amplitud de miras, sentido común y no se dejen llevar por sillones ni mantras. En la vida, un verano puede ser la puerta al descanso, el disfrute y la desconexión –las 3 D– o puede convertirse en el viaje más rápido al desencanto, la decepción y la desilusión. Todo es cuestión de expectativas. Pero casi siempre está en nuestra mano elegir, intentado escoger lo mejor del otro, cediendo hasta alcanzar un terreno común y superando prejuicios lo mismo que dogmas. Si la política es el arte de lo posible, en los afectos y en la vida nada hay imposible. Y si en este verano tórrido se lo ha parecido, no desfallezca, enseguida llega septiembre para protegernos a todos con sus rutinas.

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