Un año después del fuego

Aunque vayan llegando las ayudas, siempre demasiado lentas, la reparación completa de las infraestructuras, las instalaciones municipales, las explotaciones agrarias y ganaderas y los negocios de hostelería dañados por el gran incendio forestal del Moncayo, del que ahora se cumple un año, llevará mucho tiempo. 

Y aún más, la recuperación de un paisaje que se desvaneció con el fuego dejando una herida que todavía es visible. Aragón tiene que esforzarse más para prevenir los fuegos en sus montes, porque los cambios ambientales harán que cada vez resulte más difícil apagarlos.

Los daños económicos y paisajísticos fueron muchos y graves, se quemaron 6.000 hectáreas y las llamas estuvieron a punto de penetrar en el Parque Natural del Moncayo y de llegar al monasterio de Veruela. Pero, como reflejan los testimonios que hoy publica HERALDO, quizá lo peor de todo fueron las horas de angustia que vivieron los vecinos de la zona, que veían peligrar su medio de vida, sus casas y un entorno natural envidiable. Mil quinientas personas, en ocho poblaciones, tuvieron que ser evacuadas, en ocasiones en circunstancias dramáticas, ante la inminente amenaza del fuego; mientras que muchos residentes se aprestaban como voluntarios a luchar contra las llamas. Los incendios forestales dejan siempre recuerdos tremendos y consecuencias desastrosas. La Comunidad sufrió el año pasado, en Ateca y en el Moncayo, dos grandes fuegos, los peores en mucho tiempo, y con la larga sequía, las olas de calor y la abundancia de vegetación, a veces peligrosamente próxima a zonas habitadas, la amenaza está siempre presente y hay que extremar las precauciones. Aragón y España cuentan con buen dispositivo de extinción, pero los expertos advierten de que cada vez serán más frecuentes megaincendios imposibles de apagar. Hay que centrarse en la prevención, que sigue siendo la gran asignatura pendiente.