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Agosto entre dos siglos

Una plaga está obligando a cortar los mejores ejemplares de palmeras de Zaragoza.
Una plaga está obligando a cortar los mejores ejemplares de palmeras de Zaragoza.
Guillermo Mestre

Zaragoza este agosto ofrece un paisaje que evoca la nostalgia. Las calles están tan vacías como cuando yo era pequeña y los zaragozanos emigraban en masa al pueblo o a la playa. 

Al extranjero se viajaba poco. Las tiendas echaban la persiana el 1 de agosto con una precisión matemática. Todo el mundo sabía que si tenías una avería o alguna necesidad más original de la cuenta no tenías nada que hacer. La ciudad era un desierto que solo recorríamos sin esperanza los parias que no teníamos pueblo ni opción de ir a la playa. En aquella época, cuando apretaba mucho el calor notabas cómo el asfalto se reblandecía y se te quedaba pegado a las suelas.

Ya en este siglo y esta semana, a primera hora de la mañana, por el centro se escuchan los propios pasos y las voces de los infanticos se filtran entre las hojas de los árboles. Desde algunos portales se baldea la calle. Los de Parques y Jardines andan inmersos en una cruel batalla contra el picudo rojo que nos está dejando sin algunas de las palmeras más bonitas de la ciudad.

El único bullicio esta semana andaba rondando la Aljafería. Allí esta tierra ha cambiado de rumbo político. Jorge Azcón se ha convertido en el nuevo presidente de Aragón. Tan duro y ágil replicante en los foros políticos, provoca perplejidad comprobar que se emociona con facilidad.

Mientras el calor lo aplastaba todo fuera, entre los muros del palacio se dibujaba nuestro futuro.

No obstante, el presente estaba de fiesta en los pueblos y disfrutaba de las olas del mar.

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