No deja de ser curioso que Vox alcance la mayor cuota de poder de la que ha disfrutado hasta ahora justo al mismo tiempo que intenta digerir el mayor varapalo electoral que haya sufrido.

 Efectivamente, los voxistas forman parte de cuatro gobiernos autonómicos, Castilla y León, la Comunidad Valenciana Extremadura y, dentro de nada, Aragón. Y sin embargo, el 23 de julio perdieron en las urnas más de seiscientos mil votos y se dejaron diecinueve diputados. No es extraño que se produzcan dimisiones y defecciones. En fin, que en este caso el triunfo se solapa con la crisis y la apoteosis coincide con el declive. Es llamativo; la política tiene estas cosas.

De momento sin embargo en Aragón tocan poder, y bastante. Jorge Azcón, que no asistió a la firma del pacto de su partido con Vox, se metió ayer en cierto modo en la foto durante su discurso de investidura, y dijo que estaba orgulloso del acuerdo. Incluso le dedicó un par de flores a Alejandro Nolasco, diciéndole que colaborar con él «va ser todo un honor» y elogiando el nivel intelectual, el carácter y la responsabilidad de quien será desde el sábado su vicepresidente. Azcón tiene la investidura asegurada con los votos de su partido, los de Vox y el solitario del PAR, lo que parece augurar una gobernanza, más o menos exitosa, eso ya se verá, pero estable.

Ahora bien, crisis como la que parece gestarse en la dirección nacional de Vox se sabe como empiezan pero no como terminan. Y lo que ocurra en Madrid, donde se fraguó el acuerdo entre Azcón y Nolasco, podría salpicar en Aragón.