¿Alerta democrática?

Si no cuidamos nuestra democracia nadie garantiza su futuro.
Si no cuidamos nuestra democracia nadie garantiza su futuro.
A. Donello

Cuando estudié la licenciatura el siglo pasado, en una asignatura de primero, un profesor nos espetó: "Pero ¡cómo va a valer su voto igual que el mío! ¡Ustedes no saben nada!". Y siguió perorando con ánimo provocador: "Si no conocen los programas políticos cómo van a ser capaces de votar". Consiguió despertar cierta inquietud, pues en buena medida tenía razón. Quienes compartíamos aquella clase estábamos a años luz de él y la cosa política nos importaba poco. Era evidente que en lecturas y conocimiento nos daba mil vueltas. Sin embargo, con su enfática afirmación pretendía lo contrario. Insistía en la formación personal, la responsabilidad individual y la capacidad crítica como pilares del sistema democrático. Si no, estamos abocados a decisiones de rebaño de ignorantes y, en cierto sentido, esclavos de la servidumbre voluntaria.

Proponía una solución: leer y estudiar. La ignorancia se cura de ese modo y abre un mundo de posibilidades porque, como repetía: "La diferencia entre un pobre y un rico es que el rico siempre tiene más palabras y, si no las tiene, las compra". Esa desigualdad alimenta diferencias peores e impide mejorar la calidad de vida. La riqueza de una sociedad también reside en el conocimiento de su población, de la gente. La base de una democracia es una ciudadanía autónoma, capaz y crítica, una ciudadanía adulta y ‘mayor de edad’. Justo lo contrario de la minoría en la que nos encontrábamos.

Desde su punto de vista, kantiano, sólo se supera esa minoría de criterio cuando se es capaz de pensar y razonar con fundamento. Insistía en algo no trivial, para elegir es básico conocer las diferencias o, al menos, preguntarse por las consecuencias de las decisiones. Eso requiere pensar, reflexionar. No puede haber democracia sin un ‘demos’, un pueblo consciente, formado y crítico. Esto no tenía ni tiene nada de nuevo. Es un asunto controvertido debatido desde hace siglos. Los griegos, inventores de la idea de democracia, ya discutieron sobre este asunto, incluyendo numerosas contradicciones a la luz de nuestra mirada. En cualquier caso, no es necesario remontarse tan atrás. Basta con pensar aquí y ahora. Parafraseando a mi viejo profesor, si quienes han de participar en un sistema electoral como el nuestro no saben hacer la o con un canuto es poco probable que tomen decisiones fundamentadas. Ergo, las decisiones estarán siempre en el filo del error y los resultados pueden ser catastróficos.

Nuestro sistema democrático, a partir de la lógica una persona un voto, nos iguala en las urnas. Sólo se exige tener 18 años, o sea, ser mayores de edad. No es necesario más. Ni se pide el nivel de estudios ni el nivel de renta ni nada de nada. Esto ha sido y es una conquista, pero también tiene sus dificultades que han dado pie a miles de páginas y posiciones enfrentadas. Además, en cuanto nos descuidamos, llega alguien que hace saltar el sistema aprovechando la ignorancia y lo que ahora se llama desinformación.

El uso de herramientas de manipulación y propaganda consigue efectos conocidos desde Bernays (1892-1995), como ‘muy bien’ utilizó Goebbels (1897-1945) en tanto que responsable del ‘Ministerio Imperial para la Ilustración Popular y la Propaganda’. De hecho, cabe usar como ejemplo las elecciones alemanas de aquella época. En 1928, el Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes obtuvo poco más de 800.000 votos. En las de 1930, 6.379.672, un 18,25%. En julio de 1932 llegaron al 37,2% y después ya sabemos cómo siguió la historia. Pero también sirve de ejemplo más reciente la victoria del Movimiento Quinta República en Venezuela. El partido de Hugo Chávez fue el más votado entre 1998-2007. Y ya sabemos dónde han llegado, cómo y quién gobierna esa República Bolivariana.

En España, con la Constitución de 1978 hemos construido un Estado social y democrático de derecho que es una conquista irrenunciable, pero no es irreversible. Si no cuidamos nuestra democracia nadie garantiza su futuro. Los resultados electorales del pasado 23 de julio permiten un sinfín de interpretaciones. Los votos han sido los que ya conocemos. Más allá de la erudición o no del electorado, otra clave del sistema democrático es su gobierno. Pactar con quienes quieren reventar este modelo no es un buen augurio.

Chaime Marcuello Servós es profesor de la Universidad de Zaragoza

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