¿En manos del PNV?

El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, en un acto de su partido en Bilbao.
El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, en un acto de su partido en Bilbao.
EFE

Hasta hace muy pocos días todos los analistas, tertulianos, aficionados y diletantes especulaban con lo que podría decidir Puigdemont (Junts) para permitir –o no– que Sánchez fuera investido presidente. O sea que la gobernación del país estaba pendiente de un pequeño número de votos de un grupo independentista. Pero desde que Vox emitió su comunicado ofreciendo sus votos al PP para la investidura renunciando a entrar en el Gobierno, las cosas han cambiado sustancialmente y todos esos especialistas en la cosa política especulan ahora con que los votos del PNV podrían dar la presidencia a Feijóo. La dirección peneuvista echaba ayer un jarro de agua fría sobre las expectativas del dirigente popular, asegurando que no tenía nada que hablar con él. Pero el caso es que, también por este lado, nos encontramos de nuevo con que un pequeño número de votos de otro grupo independentista tendría en sus manos decidir quién gobierna este país.

O sea, que España está condenada a ser manejada por el caprichoso y disputado voto de media docena de santones independentistas, mientras el sentir y el deseo de muchos millones de españoles parece no importar a una ambiciosa y soberbia clase dirigente. Como a Patxi López, ese demiurgo que ha reaccionado diciendo que el PP no sabe ni lo que firma ni lo que cuestan sus concesiones. ¿Cómo puede este Rasputín de última generación afirmar semejante cosa sin mirar a sus adentros y considerar todos sus pactos y acuerdos y el ingente precio de sus concesiones? Puro sectarismo.

Volviendo al PNV, sus votos son ahora dirimentes para la investidura; y aunque el partido nacionalista vasco haya expresado que nunca jamás apoyará a un PP que gobierne con Vox –y de momento parecen mantenerse en la idea–, el hecho novedoso de que Vox apoye desvinculándose de participar en el Gobierno es lo suficientemente importante como para que no sea imposible abrir una puerta a la negociación. Y ya se sabe lo que significan en política las palabras ‘nunca jamás’: a lo mejor esta misma tarde. Incluso una abstención podría valer, en función del juego de carambolas que pueden darse.

No es fácil, no obstante sus ingredientes democristianos y de una clara posición de derecha, aunque a veces algo vergonzante, llegar a acuerdos con un calculador PNV en esta coyuntura, mirando con preocupación a Bildu por el rabillo del ojo y con la perspectiva de las elecciones vascas en unos meses; pero no es imposible. Así que nos esperan días frenéticos de negociaciones, seducciones y promesas. El asunto es que la investidura está todavía abierta y puede pasar de todo.

Un amigo periodista, con gran experiencia en el País Vasco, que compartió redacción con Ortúzar en ‘Deia’, me dice que los actuales dirigentes del PNV siguen doctrina y actitudes de Arzallus, y opina que el patriarca de los nacionalistas vascos, en una situación como esta, probablemente se decantaría por la abstención. Veremos. Pero estamos en sus manos.

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