Lo sucedido en Zaragoza como consecuencia de la fuerte tormenta que cayó el día 6 de julio supone un serio aviso para la ciudad, que obliga a estudiar zonas de riesgo y a repensar aspectos del diseño urbano así como la ubicación de determinadas instalaciones, como el colegio María Zambrano. 

Por supuesto, ahora la prioridad de las administraciones debe ser la reparación de las infraestructuras públicas y asegurarse de que las muchas pequeñas empresas seriamente afectas, no solo en Zaragoza, también en Cuarte y Cadrete, reciben las ayudas necesarias para recuperar la normalidad.

Con un poco de mala suerte, que afortunadamente no se dio, lo ocurrido pudo causar una tragedia. Así que la ciudad tiene que extraer las pertinentes lecciones para poner los medios que eviten que volvamos a vivir situaciones semejantes. Habrá que estudiar aquellas zonas de especial riesgo, en las que una tormenta puede desatar una súbita riada, y aplicar allí medidas preventivas y de alerta y actuación rápida. Entre las decisiones que han de tomar, de forma coordinada, la DGA y el Ayuntamiento, guiándose por la prudencia, destaca la relativa al colegio María Zambrano, que aquel día pudo haberse convertido en una trampa y para el que los padres piden una nueva ubicación. Un mes después, muchas secuelas de la tormenta siguen presentes. Hay que garantizar que la mujer que sufrió heridas graves, que en algún momento se ha sentido abandonada, reciba la asistencia que necesita. Y las autoridades no deben olvidar a las muchas pequeñas empresas que en polígonos de Zaragoza, de Cadrete y de Cuarte de Huerva luchan para sobrevivir a los efectos de la tromba de agua, y que tienen que recibir el apoyo de la Administración, con las ayudas que el Estado prevé para situaciones de catástrofe. La tormenta del 6 de julio nos enseñó lo que puede ocurrir si se dan circunstancias adversas, la ciudad tiene ahora que actuar en consecuencia.