Sánchez en Marruecos

La primera ciudad española en el Sahara, Villa Cisneros, fue fundada en 1884 por el geógrafo y militar zaragozano Emilio Bonelli.
La primera ciudad española en el Sahara, Villa Cisneros, fue fundada en 1884 por el geógrafo y militar zaragozano Emilio Bonelli.
POL

La Organización para la Unidad Africana (OUA) fue un organismo internacional fallido.

 Ya no existe. Marruecos (Hassán II) lo abandonó en 1983 por no tolerar la admisión de la República Árabe Saharui Democrática (RASD), proclamada sin permiso de la ONU en la zona del Sahara que España había gobernado entre 1884 y 1975.

Hace cuarenta años que no se ha avanzado en la resolución del conflicto por la excolonia española a través de vías jurídicas: ni la imposible actualización a 2023 del censo español originario (1974), ni referéndum de autodeterminación. Los únicos avances han sido los de hecho, y todos en favor de Marruecos. No sirvieron de nada los acuerdos de la ONU en 1990 y 1991 (resoluciones 658 y 690), ni la creación de una Misión para la Organización de un Referéndum en el Sahara Occidental (Minurso) para 1992, primero, y para el 2000, después. Ya avisó el propio secretario general de la ONU, Kofi Annan (informe S 2000/683) de que se carecía de fuerza para aplicar el resultado si una de las partes se oponía.

Marruecos, pragmática y pacientemente (¿cuándo no?), ha inyectado, entre tanto, población en gran número y ha aprovechado las expectativas creadas por los llamados Planes Baker I y II (por James Baker, delegado de la ONU). Fueron dos intentos de acuerdo amigable, que autorizaba el autogobierno saharaui, pero dentro de los límites de la Constitución marroquí. Rabat dispondría de la política de fronteras y Defensa, de la judicatura, la moneda y las comunicaciones. Con ciertas variantes de apariencia algo más neutra, el partido único de la RASD, el Frente Polisario (FP), aceptó el proyecto que, como era de prever, fue rechazado por Rabat tras esos retoques desfavorables. Madrid calló.

En la fase siguiente, iniciada en 2007, Marruecos tomó la iniciativa: seguir repoblando y crear una región autónoma bajo soberanía, moneda y bandera marroquíes. El FP rechazó de plano la posibilidad y reivindicó su plan inicial: referéndum de autodeterminación o nada. En 2008 (Negociaciones de Manhasset), las dos partes, enemistadas, se dejaron oír por separado. Ni siquiera se reunieron. El delegado de la ONU, Peter van Walsum, en un documento que hoy es clave (pero del que no se habla), informó al Consejo de Seguridad el 21 de abril de 2008 de dos cosas: una, el FP tenía toda la razón legal; y dos, la independencia del Sahara Occidental era un imposible.

Walsum cesó en agosto de 2008. Christopher Ross, su relevo, intentó en vano metas nuevas, como una inalcanzable concordia entre Rabat y Argel (ahora la ha propuesto Mohamed VI) y fronteras eventuales a cargo de ‘cascos azules’. Desistió en 2012.

Sánchez actúa, pero calla

Puesto que Sánchez calla, es lícito suponer que ha asumido con típico oportunismo la que podría llamarse ‘doctrina Walsum’ para desembarazarse del molesto caso. El sanchismo ya no quiere saber nada del Sahara que fue español. Ese descaro tiene ventajas: Marruecos frenará el aluvión migratorio; Washington -irritado desde la ofensa protocolaria de Zapatero y por las afrentas podemitas- valorará este apoyo a su fiel socio africano y que Madrid se aleje de la Argelia prorrusa, aun pagando más caro el gas; y pondrá sordina a los ignotos efectos del espionaje alauí (de marca israelí Pegasus) sobre la telefonía de Sánchez y su entorno. Como quiera que el presidente (Albares no cuenta) no se ha dignado llevar el caso a su Consejo de Ministros, ni a las Cortes, ni (que se sepa) al rey, son lícitas la especulación razonable y la descalificación de esta conducta presidencial. Incluso si lo sucedido (¿qué, exactamente?) obrase en interés de España, el jefe del Gobierno carece del derecho a actuar de esta forma autocrática.

Visto lo cual, solo alguien como Bolaños puede negar relevancia política a las vacaciones marroquíes del Doctor Sánchez.

En un paisaje así, tienen significación opaca y aumentan la suspicacia varios incidentes de aspecto inconexo, que van desde las cuarenta maletas de Delcy Rodríguez, en tránsito irregular por Barajas bajo el amparo del ministro Ábalos, hasta la acogida (bajo nombre falso) de Brahim Gali, jefe del Polisario y de la RASD.

No debe de ser apetecible para Sánchez explicar estos actos y estos silencios mediante la lisa verdad: sería motivo de decepción -lo está siendo- y vergüenza para muchos militantes del PSOE que han venido defendiendo los evanescentes derechos de la población saharaui originaria.

Y una pincelada aragonesa. El Sahara español tenía dos demarcaciones. Saguía al Hamra, la del norte, con capital en El Aaiún. La del sur, Río de Oro (nombre quizá de origen portugués), era Villa Cisneros, hoy Dajla.

La primera ciudad española en el Sahara fue Villa Cisneros, fundada y llamada así en 1884 por el activo geógrafo y militar Emilio Bonelli Hernando. Era de Zaragoza, pero ya nadie lo recuerda. Es más memorable el gol de Nayim.

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