Por
  • Javier García Campayo

Tener o ser, un viejo dilema

Tener o ser, un viejo dilema
Tener o ser, un viejo dilema
POL

Erich Fromm, uno de los más destacados psicólogos de la historia afirma, en su libro ‘Tener o ser’, que las sociedades han tenido que evolucionar en base a una de estas dos orientaciones principales. Considera que ambos fenómenos presentan una relación inversa y que, en general, "cuanto más se tiene, menos se es". 

Lo que nos define como personas no son nuestras posesiones, trabajo, aspecto físico o capacidades. Todo eso pertenece al tener. Para el ser lo importante son los valores, nuestro compromiso con el bienestar del mundo y de las personas. Actualmente, muchos seres humanos han optado por tener frente a ser, y ese es el origen de muchos problemas sociales y ecológicos. Ya no se tiene para vivir, como en épocas anteriores, sino que se vive para tener y para que se sepa que tenemos. Nuestro mundo tiende a aplicar la máxima de ‘tanto tienes, tanto vales’.

Desde pequeños nos enseñan que la felicidad está fuera de nosotros, en algo externo, llámese dinero o lo que se puede conseguir con él o en una posición social. La lotería sería un buen ejemplo. Muchos piensan que si les tocase la lotería y ganasen millones, serían felices para siempre. La televisión nos muestra imágenes de los afortunados brindando con champán a las pocas horas de obtener el premio. Sin embargo, no muestran qué ha sido de esas personas años después. Lo que afirma la investigación es que a los doce meses de haber conseguido uno de esos premios, la mayoría muestran niveles de felicidad parecidos a los que tenían antes de que lo ganasen. Algunos, incluso, se sienten más desgraciados: el dinero ha generado la envidia de sus amigos, disputas con sus familiares y miedo a ser robados.

¿Asombroso? No debería serlo. ¿Han conocido algún objeto externo que produzca una felicidad estable? Seguro que no lo han encontrado, porque no existe. La sociedad de consumo nos convence de que seremos felices con una cuenta corriente millonaria, una casa más grande o un automóvil más confortable. Pero resulta un proceso sin fin. Nos autoconvencemos de que esos objetos superfluos son una necesidad por lo que invertimos mucho tiempo y esfuerzo trabajando para poder pagarlos.

La organización de la sociedad en base al tener en lugar de al ser está en la base
de los desastres ambientales que provocamos los seres humanos

Buda afirmaba que "todos somos adictos". Se refería a que la relación que mantenemos con los objetos no es la de usarlos para nuestro bienestar y el de los otros, sino que tendemos a acumularlos sin compartirlos, y somos capaces de sentirnos bien pese a semejante egoísmo. Una de sus consecuencias es la cosificación del mundo. El ser humano moderno ha perdido el asombro, ya no tiene la conexión con la naturaleza que tenían nuestros antepasados. Para los antiguos, todo lo que existe era sagrado. La Tierra era un lugar misterioso, un milagro. Para nosotros, el mundo es sólo una posesión.

Las primeras naciones sudamericanas llaman a la tierra la ‘pachamama’, la madre tierra, y la representan como una deidad cariñosa y protectora del ser humano. En nuestro entorno occidental, san Francisco de Asís, en su ‘Cántico a las criaturas’, realiza una hermosa alabanza a la Naturaleza y, por eso, se le considera el patrón del ecologismo. Una de las máximas expresiones de esta conexión entre los humanos y la naturaleza es la carta que envió, en 1855, el jefe indio Seattle al entonces presidente de Estados Unidos, Franklin Pierce, en respuesta a la oferta de compra de sus tierras, en el actual estado de Washington. Los indios americanos no conocían la idea de propiedad. Es más, consideraban a la tierra dueña de los seres humanos y no a la inversa. En esa carta afirmaba: "La tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen el suelo se escupen a sí mismos".

En los tiempos actuales de emergencia climática y expoliación de los recursos del planeta, estas palabras, escritas hace casi doscientos años, constituyen una premonición de las consecuencias de una visión del mundo basada en el tener y en la acumulación.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión