Por
  • Juan Luis Saldaña

Iluminados

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Ahora que la muñeca Barbie da lecciones de feminismo, ahora que la vaquilla del concurso de la tele Grand Prix es un tipo disfrazado, ahora que los siempre ejemplares nórdicos de Finlandia hacen ejercicios de salto y doma con caballitos de cartón y que en cada película, en cada monólogo y en cada serie hay un representante de un colectivo minoritario de moda que no pinta nada en la historia, ahora, digo, es el momento de recordar lo que es una artista y lo que supone una persona con mirada y voz propias para que a nadie se le olvide. 

El artista se deja la vida esperando a que lleguen cinco minutos buenos con el pincel, un rato fluido con la tecla, una idea que desatasque algo o un fogonazo de luz que ilumine el hueco que hay debajo de la escalera. El que tiene voz propia no pacta con tonterías, huye del pensamiento dominante, se ríe de la mayor parte de los líderes porque son títeres y suele encontrar un camino para salirse con la suya. El que tiene una mirada personal tiene visión periférica. Lee lo que no está de moda, relaciona, extrapola, anticipa, entiende, comprende, aporta, ilumina. Se siente inadaptado porque todo el mundo le habla siempre de lo mismo y porque cada vez se le hace más difícil colocar su semilla intelectual en alguna mente capaz de hacerla germinar. Sabe que llamar a las cosas por su nombre, citar lo evidente, retratar lo que nadie quiere mirar es una forma de colocarse delante de un espejo, pero fuera del sistema. Frente a un mundo que hace política de cada pequeña tontería, hacen falta artistas, iluminados, pensadores libres sin precio.

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