¿Y ahora qué?

¿Y ahora qué?
¿Y ahora qué?
A. Donello

Nos esperan tiempos complicados. Los resultados de las elecciones del pasado domingo han dibujado en esta España nuestra un escenario tan claro como incierto. La indecisión que apuntaban las encuestas se ha resuelto. Quien ha querido se ha pronunciado. 

La abstención ha sido del 29,59% (10.402.450). Votos en blanco un 0,81% (199.392). Votos nulos, 1,05% (261.078). El PP ha ganado las elecciones. Es el que tiene más votos (8.091.840) y más escaños (136). El PSOE ha perdido, va segundo, (7.760.970//122). Después vienen Vox en tercera posición (3.033.744//33), cuartos Sumar (3.014.006//31) y el resto se reparten los retales. En Aragón, nuestro país, la cosa tiene su matiz. Gana el PP (257.670//7), segundo PSOE (220.464//4), después Vox (103.887//3) y, por último, Sumar-Aragón (86.944//1). Así la apuesta de CHA ha salido bien. Ha conseguido diputado. Mientras que los ‘existencialistas’, ganando más votos, desaparecen de Madrid. Eso son los datos, lo claro. Justo el punto de partida para lo incierto: la aritmética parlamentaria.

La suma de votos parece cantada. Sánchez cree que gobernará. Según sus cuentas suma más que Feijóo. Pero esta adición no es ni gratis ni simple. La experiencia de la legislatura pasada ya dio pistas. Sánchez tiene opciones para reeditar su particular coalición (Frankenstein) y ser investido de nuevo presidente. Ésta será una versión 2.0 con unos precios que se vislumbran más altos y, quizá, difícilmente asumibles. Ni Bildu, ni PNV, ni ERC ni Junts se lo van a vender barato. Pero para Sánchez no será el problema. Ya hemos visto apaños inverosímiles e inaceptables convertidos en realidades. Lo importante es mandar, es decir, tener el poder y la sartén por el mango. No hay otro objetivo. Luego ya se añadirá el relato más adecuado que, si hace falta, se cambiará cuando no sirva. Los principios, los valores que dan contenido a las palabras, son tan volubles como la posición necesaria para seguir instalado en el poder. Y será de este modo en tanto en cuanto la ciudadanía no lo penalice y siga votando.

Así las cosas, Sánchez estaba pletórico al conocer los resultados. Y lo celebró como un campeón. Se siente resucitado y victorioso, cree que ha ganado al PP de Feijóo y a los críticos dentro de su partido. Con estos números, su derrota le sabe a gloria. Lo contrario de la pírrica victoria de la lista más votada que tiene un intenso y amargo sabor. O quizá no. Ahí está la clave del asunto. Es la hora de la política entendida como arte para negociar y pactar. Entendida como habilidad para gestionar la realidad con las herramientas y recursos disponibles. Es el momento para conseguir el poder, pero también para construir, para crear y para servir.

Las elecciones del 28M inyectaron unas expectativas que se han topado con los hechos. En el PP creyeron que ya tenían la piel del ‘oso español’. Acaban de comprobar que no se puede repartir si no se ha cazado antes. Los sueños, como los deseos y los temores, movilizan en todas las direcciones. La clave, en un escenario con estos números, es templar gaitas, tanto como desmontar emociones, alimentar miedos, proponer ganancias y seguridades.

Sánchez disfrutará en funciones de la presidencia española de la UE. Se paseará sobre el alambre y jugará sus cartas con la habilidad que le caracteriza. Hará lo que haga falta para seguir en el poder. Ya nos ha mostrado que no tiene escrúpulos. Es un autócrata, de manual de resistencia, sin complejos a la hora de conseguir su objetivo: el poder. Luego se adorna de palabras vacías adobadas adecuadamente para alienar a su audiencia. Tiene un público y unos votantes que están contentos con su forma de hacer y de venderse. En eso es un artista. Ha conseguido remontar. Hay que reconocérselo, como trilero profesional capaz de encandilar a incautos sin aprensiones. Es lo que hay.

A mí me gustaría que tanto él como Feijóo imitasen la ‘Große Koalition‘ alemana. Incluso me atrevo a proponer una variante. Sumen sus votos. Gobiernen. El PP puede ofrecer la presidencia al PSOE, con la condición de que tanto Feijóo como Sánchez dan un paso a un lado. Y pongan a sus mejores cabezas a gestionar la educación, la investigación, la economía… como si fueran asuntos de Estado para el beneficio de la ciudadanía. ¿Se imagina? No lo harán. ¿Tendremos elecciones en Año Nuevo?

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Chaime Marcuello)

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