Por
  • Manuel Vilas

Los dieciséis millones

Gente paseando en la calle.
Los dieciséis millones
Pixabay

Los españoles y las españolas han manifestado su voluntad y esta debería cumplirse, pero no se cumplirá y caminaremos hacia espacios políticos inexplorados. Lo más importante es esto: que ningún español sienta miedo de otro español. 

He seguido el recuento electoral desde Provincetown, un maravilloso pueblo costero en Cape Cod (Masachusets). En Provincetown hay una comunidad gay importante. Veo en las ventanas de las casas dos banderas que conviven de manera armoniosa y natural: la bandera Estados Unidos con la bandera LGTB.

Siento envidia de eso, porque en España sería difícil que ondeasen esas dos banderas juntas. Y eso es lo que nos pasa, que ha resucitado el viejo fantasma de la intolerancia y de la falta de sentido práctico de la vida. Si sumas los votos de PP y PSOE salen casi 16 millones de españoles que querrían una vida política razonable y europeísta. Unos más conservadores y otros más progresistas, pero me niego a pensar que esos 16 millones de españoles estén condenados a no entenderse, porque si es así fracasa el país entero. Por eso yo desde estas líneas les pido a los votantes del PSOE y del PP que se saluden por la calle, que se digan buenos días, buenas tardes, buenas noches, que vayan al cine juntos, que se inviten a cenar, que convivan, que se enamoren y que se besen. Se lo pido a los votantes, no a sus líderes, que no lo harán. Creo que Pedro Sánchez no se ha dignado ni en felicitar a Feijóo. Y Puigdemont ha salido de la tumba con una vida nueva, con un chute de sangre fresca que dará mucho que hablar. Menudo escenario moral, no ya político.

También es un resultado que invita a pensar en términos de comedia. Parece el caos de las películas de Luis García Berlanga. Repetir elecciones sería lo peor. No le puedes decir a tu pueblo que no sabe votar cuando lo que pasa es que tú no quieres entender el resultado. Se ha sembrado mucho odio desde todas las aceras. Y lo que no hay es alegría en ningún sitio, pues las elecciones ya no son una fiesta de la libertad sino un combate de boxeo donde vale todo. Leo hoy prensa de los dos bloques y columnistas de la izquierda y de la derecha y veo con tristeza el regreso de la mala hostia española de toda la vida de "al enemigo ni agua". Pero en esta nave llamada España o navegamos todos o el barco se hunde.

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