Por
  • Félix Arteaga

Desapasionada cumbre de la OTAN

Desapasionada cumbre de la OTAN
Desapasionada cumbre de la OTAN
A. Donello

No todas las cumbres de la OTAN despiertan el mismo interés. Algunas, como la de Gales o la de Madrid, tuvieron gran repercusión mediática por los acontecimientos que las acompañaron: la ocupación de la península de Crimea y declaración del califato por el Estado Islámico o la invasión rusa de Ucrania, respectivamente. 

También por sus acuerdos: el compromiso de inversión del 2% del PIB y el Concepto Estratégico de Madrid. La cumbre de Vilna (Lituania) no ha despertado la expectación de las anteriores y casi todos los acuerdos adoptados en su comunicado final se habían anunciado previamente por el –una vez más prorrogado– secretario general Jens Stoltenberg tras las reuniones del Consejo Atlántico en Bruselas. La forma amable en la que se pospondría la entrada de Ucrania como miembro de pleno derecho y la negativa turca al ingreso de Suecia mantuvieron el interés hasta última hora, pero todo quedó acordado antes de que los jefes de Estado y de Gobierno se hicieran la foto oficial. Sin cuestiones delicadas a decidir, la cumbre de Vilna se desarrolló por la vía protocolaria y sólo quedará de esta el comunicado final.

Por este texto sabemos a qué se ha dedicado la OTAN desde la cumbre en Madrid y a qué se va a dedicar hasta la próxima en Washington, que marcará el 75 aniversario de la Alianza. Empezando por lo más próximo al interés nacional, el comunicado describe la situación de inseguridad en el norte de África, Oriente Próximo y el Sahel en los mismos términos que lo hizo el Concepto Estratégico del año pasado, y anuncia que llevará a cabo una profunda y comprehensiva evaluación de la situación para presentarla en la cumbre de 2024. Si la decisión se ve con el optimismo del vaso medio lleno, el año que viene a estas alturas conoceremos qué medidas concretas va a adoptar la OTAN para prevenir y mitigar las amenazas del sur; pero si se ve desde el pesimismo del vaso medio vacío, hemos perdido otro año en saber qué hay de lo nuestro.

También sabemos que la OTAN seguirá apoyando política, militar y económicamente a Ucrania el tiempo que sea necesario. Así se ha hecho durante el último año contra lo esperado por Rusia, que confiaba en que la guerra exacerbara las divisiones internas. El apoyo se traduce en nuevos paquetes de ayuda para que Ucrania consolide su capacidad defensiva, se desprenda de los equipos y doctrinas del legado ruso y pueda interoperar con el resto de las fuerzas aliadas. No se ha fijado fecha de ingreso, pero se ha excusado a Ucrania de pasar por el trámite de admisión, por lo que su ingreso depende sólo de una decisión política. Esta sin embargo parece estar más lejos de lo que afirma el comunicado porque los países más beligerantes y cercanos a Rusia han hecho de la admisión de Ucrania una cuestión de solidaridad con ellos, frente al resto de los miembros que se resisten a tomar decisiones en caliente.

La cumbre que la OTAN celebró en Vilna los días 11 y 12 de julio no tomó decisiones significativas; los asuntos más problemáticos se remitieron al futuro

No hay, por ahora, divergencias sobre la necesidad de gastar más y mejor para reforzar la defensa colectiva. Se acepta que el 2% del PIB será el porcentaje de gasto mínimo y que habrá que sobrepasarlo para ajustar las estructuras nacionales de fuerza a la nueva postura militar de la OTAN, a su modelo de fuerzas y a los planes regionales de disuasión y defensa que se articulan en torno al este (Atlántico Norte y Ártico, Báltico y Europa Central, Mediterráneo y mar Negro). En conjunto, todas las medidas anteriores colocan a los países aliados ante el reto de mantener una economía de guerra en tiempo de paz y de recuperar los dividendos que se repartieron con el fin de la Guerra Fría, algo más fácil de acordar que de cumplir.

Los comunicados rehúyen las cuestiones en las que no hay consenso, reducen su extensión o pasan de puntillas sobre ellas. La OTAN se limita a reconocer la importancia de la región del Indo-Pacífico, pero no dispone de una visión estratégica compartida sobre el escenario principal de la competición geopolítica del futuro. Tampoco la tiene sobre China, por lo que se limita a mantener abiertos los canales de comunicación mientras observa cómo su "competidor estratégico" desarrolla su propia estrategia. Más asertivas resultan las decisiones en materia de disuasión nuclear: la OTAN seguirá siendo una alianza nuclear mientras existan las armas nucleares; ataques híbridos: se reconoce el derecho de atribución como una prerrogativa nacional; y resiliencia: se establecen nuevos instrumentos de respaldo a los servicios públicos y las infraestructuras críticas nacionales (incluidas las submarinas como novedad).

Es de esperar que la Alianza Atlántica aproveche la cumbre del 75 aniversario en Washington para elevar su nivel de ambición por encima del corto plazo si quiere generar ilusión y no acabar, como la de Vilna, en la memoria de actividades del comunicado final.

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