Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Diálogo o polarización

Diálogo o polarización
Diálogo o polarización
A. Donello

El que es considerado como el filósofo vivo más influyente del mundo, Jürgen Habermas, habla siempre con mucha dificultad. Le cuesta articular las palabras por un defecto de nacimiento en forma de fisura de paladar y labio leporino. 

Una llamativa peculiaridad para alguien cuya tarea filosófica primordial ha sido poner en valor el lenguaje. La tesis de su célebre ‘Teoría de la acción comunicativa’ (1981) es que la dimensión social y comunicativa del ser humano es el mejor remedio para la mayoría de los problemas.

El premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales de 2003 es, antes que nada, un entusiasta de la conversación, alguien convencido de que cuanto vale la pena ha sido el resultado de una empresa común, de lo que hemos dicho y hecho entre todos. Cree que en la conversación en el espacio público es donde realizamos los verdaderos descubrimientos y, sobre todo, donde entre todos edificamos la convivencia democrática.

‘Teoría de la acción comunicativa’ deja claro que el arte de dialogar no es fácil y que con frecuencia fracasa porque no se dan las condiciones básicas para que tenga lugar. Conversar no es el Bálsamo de Fierabrás cervantino, no es la solución mágica a todos los problemas políticos, sociales, económicos y culturales. Dialogar es buscar juntos soluciones a problemas difíciles, encontrar acuerdos de mínimos que permitan desencallar asuntos complejos pensando en el bien común.

La jornada de reflexión se vive con esperanza

Desde que Sócrates y Platón convirtieron el diálogo en su instrumento de análisis, el intercambio de opiniones ha sido la piedra de toque del progreso de las sociedades. Por eso, después de una etapa de ‘bibloquismo’ en la política española, muchos ciudadanos reclaman una vuelta al diálogo entre los partidos moderados, que son rivales, pero afines. No es sencillo en el actual contexto; tampoco imposible.

En las últimas legislaturas, la polarización ha dado lugar a dos bloques que internamente no son homogéneos. La alianza de Pedro Sánchez con populistas e independentistas es tan antinatural como lo es la de Núñez Feijóo con la extrema derecha. Por eso, si España quiere superar la polarización se debe volver a gobernar desde la centralidad. Esto exige que ni el PSOE ni el PP pacten con sus extremos, sea el bloque de la investidura de Pedro Sánchez, sea Vox. Tienen que sentarse a dialogar sin apriorismos, sin líneas rojas, sin arrogancia, con ánimo de encontrar puntos de acuerdo, con apertura de miras e, incluso, con voluntad de ceder. Como ha dicho Javier Cercas, tras afirmar que él votará mañana socialista, "yo le pediría a Sánchez que, si no puede formar Gobierno, o si el PP vence con claridad, pacte con Feijóo un acuerdo de legislatura que, con las debidas condiciones, permita al PP gobernar en minoría, sin Vox".

Los españoles de la centralidad,
que según los estudios sociológicos siguen siendo la mayoría, confían en que
las elecciones de mañana abran una nueva etapa, gobierne quien gobierne

En esencia, la sociedad española no está polarizada, pero sí es cierto que hay fuerzas extremistas que recurren a activar la emotividad de sus respectivas hinchadas porque siempre es mucho más fácil manipular las emociones que la razón. Frente al bipartidismo que, con sus defectos, busca con pragmatismo el centro y apela al sentido común de la mayoría, los extremos suelen ser extraordinariamente antidialogantes y desestabilizadores.

Durante los últimos años, el Parlamento ha sido altavoz de esta polarización basada en el insulto y la demonización del contrario. No obstante, el propio Habermas ha dicho que ese sigue siendo el espacio del "ideal de una comunicación no distorsionada".

Mañana elegiremos a nuestros representantes en el Parlamento. ¡Que sea para bien!

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Javier Rueda)

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