Bálsamos

Bálsamos
Bálsamos
Pixabay

Hay días de verano que se anuncian espléndidos antes del amanecer. Ha refrescado por la noche. Los murcielaguetes hacen piruetas por el patio de manzana y tratas de seguirlos con la mirada. Pero tu ánimo no remonta. Las discordancias de la vida cotidiana te agobian, te quitan el sueño. 

Escuchas en la radio a Cuca Roseta. Los fados son para las noches tristes de verano. Actúan como un bálsamo para pieles quemadas por el sol. Y escuchas luego la voz de Pedro Salinas en una vieja grabación de 1947. No entiendes del todo su poesía. Pero eso no importa. Te dejas cuidar como un paciente, como el paciente inglés que era atendido y mimado por la maravillosa Juliette Binoche, a la que imaginas leyendo un poema de ‘La voz a ti debida’: "Pero a ti, a ti, memoria/ de un ayer que fue carne/ tierna, materia viva,/ y que ahora ya no es nada/ más que peso infinito,/ gravitación, ahogo,/ dime, ¿quién te sostiene/ si no es la esperanzada/ soledad de la noche?".

Y por fin clarea. El aire huele como a heno recién cortado. Todas las ventanas están abiertas de par en par. Las golondrinas toman el relevo de los murciélagos y alguna puede entrar por una ventana y salir por otra como un rayo. Ahora suena una sonata para piano de Schubert.

Todos los bálsamos son buenos y hay que aplicarlos generosamente. Ves un rictus raro en tu boca cuando te das la crema antiarrugas y el protector solar. Quizás protegiendo la piel se pueda proteger el alma. ¿Se llama sinécdoque o metonimia el tomar la parte por el todo? ¡Qué más da! Sonríe, sonríe, mujer, que no tienes de qué quejarte.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Cristina Grande)

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión