La grieta del tiempo

Harrison Ford en la premier de 'Indiana Jones'.
Harrison Ford en la premier de 'Indiana Jones'.
NEIL HALL

Indiana Jones ha envejecido. No importa si se conserva mejor o peor, tiene la edad de mis tías y eso merece un respeto. La película no está mal, aunque haya demasiadas persecuciones mil veces vistas. Lo cierto es que pensaba dar una cabezada. A mi madre le sabía mal que mi padre se durmiera en el cine.

A mi sobrina creo que no le molesta tanto pues siempre me sonríe. Temo, sin embargo, que en un futuro que espero no ver, le cuente a un psicoterapeuta cualquiera que se avergonzaba de su tía. Pienso esas bobadas mientras Indiana Jones pasa de joven a viejo en una sola secuencia. Lo mismo me ha ocurrido a mí. De vez en cuando miro de reojo a mi sobrina para que vea que no me duermo. Ir juntas al cine es un rito que veníamos repitiendo desde su primera infancia y que hemos retomado tras la pandemia. No entiendo lo que está ocurriendo desde entonces, en términos arqueológicos me siento expoliada de una larga secuencia de mi vida que no sé dónde habrá ido a parar. Eché una cabezada cuando veíamos ‘Kirikú’ hace dos décadas y, al despertar, mi sobrina es abogada y Harrison Ford tiene ochenta años y viaja a través de las grietas del tiempo. Al día siguiente, por tierras de Soria, con un ridículo sombrero sobre mi cabeza, entro en la ermita mozárabe de San Baudelio, del siglo XI. Casi todas sus pinturas murales fueron expoliadas y algunas se exponen en el Metropolitan de Nueva York. A pesar de todo conserva un gran encanto. Su columna central de ocho brazos asciende, mientras tanto, hasta una grieta del tiempo por donde la imaginación siempre escapa hacia el pasado.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Cristina Grande)

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