Por
  • José Ángel Biel

La delgada línea roja y azul

La delgada línea roja y azul
La delgada línea roja y azul
A. Donello

Se acerca el momento en el que los dos bloques políticos que representan a más del 70% de los ciudadanos, el centro-derecha y el centro-izquierda, sin sus respectivos extremos, se irán aproximando entre sí, sin nada que se interponga. Salvo una delgada línea roja y azul, a modo de frontera fácil de traspasar de un lado a otro.

De forma que ya no serán los partidos de centro, sin espacio suficiente y casi inexistentes, los que decidan si el gobierno de turno es de centro-derecha o de centro- izquierda. (En Aragón, con el PAR histórico, cuatro se pactaron con la izquierda y cuatro con la derecha). Porque tengo la impresión de que, salvo algunas excepciones de carácter local, el modelo político que suponía la existencia de un espacio de centro que hacía de separador entre la derecha y la izquierda está a punto de desaparecer. El sobrepeso de los extremos ha sido la causa final de la ruptura del centro como espacio político. A partir de ahora serán los ciudadanos, directamente, quienes decidan los gobiernos sin intermediarios. En la versión aragonesa, se acabó el clavillo del abanico. Resultó interesante mientras duró, fue necesario y fructífero para Aragón. A partir de ahora, se vuelve al bipartidismo. Cada parte con su rémora o complemento por su extremo alejado del centro.

Desde la Transición hasta hoy, han ido desapareciendo muchos partidos que se autodenominaban de centro. Demostrándose, al final, que el centro no era una ideología entendida en su sentido clásico, si no un espacio o lugar de encuentro circunstancial, donde concurrían las fuerzas moderadas de la derecha y de la izquierda sociológicas. El espacio que hizo posibles la Transición, la Constitución del 78 y la consolidación del Estado de las Autonomías. Y, en Aragón, el aragonesismo. Hasta que el centro acabó comprimido por las fuerzas confrontadas de la derecha y de la izquierda, empujadas, casi arrastradas, por sus correspondientes extremos.

Esta tesis del acercamiento de la derecha y la izquierda, que el tiempo irá confirmando (aunque será necesario cambiar algún protagonista), tiene una gran virtud: la posibilidad de que populares y socialistas puedan llegar a acuerdos en determinadas circunstancias. Una pandemia, una grave crisis económica o social, la necesidad de una abstención a tiempo, la defensa de la Constitución, las reformas necesarias, etc. O la modificación de la ley electoral para hacerla más adecuada a las necesidades de gobernabilidad de este país, reduciendo el peso excesivo (más de 30 diputados) y la capacidad de decidir de quienes solo están en el sistema para utilizarlo en su exclusivo beneficio, casi siempre contrario a la Constitución. Fórmulas legales hay para ello, pero es necesario ese gran acuerdo.

Resuelta la cuestión geométrica de la casi desaparición del espacio político de centro, nos queda dar salida en Aragón a un ingrediente ideológico muy importante que formaba parte de ese espacio: el aragonesismo moderado que ahora se ha quedado sin fuerza suficiente. El aragonesismo que hizo posible lo que hoy es Aragón. Menos mal que quedan las ideas y algunas personas. Porque con la desaparición del espacio de centro, el aragonesismo corre el riesgo de quedarse a la intemperie. De esto habrá que hablar algún día, con la condición de que no hagamos de la política una cuestión personal. A lo mejor, la solución a medio plazo es construir en Aragón un espacio de centro-derecha potente, que asumiera como propias las ideas del aragonesismo, igual que asume la economía de mercado, la libertad de expresión, la igualdad, la unidad de España y... el Estado de las Autonomías, con todas sus consecuencias. Tomen nota de las mayorías absolutas de Andalucía, Madrid y Galicia, fruto de sus ‘ismos’ correspondientes. Tal y como yo lo entiendo, no se podría gobernar Aragón sin asumir postulados aragonesistas. Es la fuerza de la gravedad.

Desde el Estatuto del 82, Aragón ha tenido nueve gobiernos con importante
participación del aragonesismo moderado; no va a ser el próximo una excepción

Y hablando de física, si el amable lector añade a todo lo dicho, la ley de la impenetrabilidad, la de acción-reacción y el principio de Arquímedes, estaremos en el camino correcto. Hasta la física demuestra que la política es el arte de llegar a acuerdos. Además de un oficio con algunas reglas muy simples que, sin embargo, muchos parecen desconocer. La primera es saber sumar.

Supongo que todos estos principios y alguno más habrá tenido en cuenta Jorge Azcón para, sin ruidos ni estruendos innecesarios, dar los pasos necesarios para formar el gobierno que Aragón necesita. Un gobierno estable, eficaz e innovador. Y también aragonesista. La prueba del nueve de cualquier gobierno por difícil que parezca su composición. En nuestra comunidad, otra cosa sería imposible, una contradicción. Desde el Estatuto del 82, Aragón ha tenido nueve gobiernos con importante participación del aragonesismo moderado. No va a ser el próximo una excepción. Maneras hay para lograrlo, si damos más importancia a las ideas y menos a los intereses de las personas protagonistas. La principal ya la tiene Aragón. Azcón es la clave. Ahora solo queda que triunfe en toda la línea. ¡Cosas veredes amigo Sancho! 

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