El desembarco del insecto aliado

El desembarco del insecto aliado
El desembarco del insecto aliado
Pixabay

No me atrevo a pensar qué cara podría poner mi compañía si se me ocurriera comentarle que se han soltado en Zaragoza 125.000 insectos para combatir plagas. Que es algo que a mí mismo (mucho más comprensivo con estos diminutos seres vivos) me ha dejado impactado. 

La iniciativa consiste en poblar determinadas zonas de la ciudad de ‘bichos aliados’, capaces de deshacerse de otros perjudiciales para los árboles y las plantas.

Se abre así una vía para aliviarnos de diversas especies contaminantes y que pueden provocar enfermedades entre la escasa flora de la ciudad; evitando, al mismo tiempo, los daños colaterales de los productos químicos.

La propuesta se enmarca en los cada vez más clásicos proyectos sostenibles por los que hoy procuramos conducirnos. Y aunque a mí me parece más o menos novedoso (sobre todo en cuanto al número de decenas de miles de ejemplares) hereda una tradición que compruebo que se encuentra consolidada en la lucha contra los insectos dañinos. Por eso, lo que a mí me resulta vertiginoso, fruto de mi ignorancia, ha de resultar natural entre la comunidad científica. No en vano, el experto es capaz de manejarse con algo que el resto de los pobladores no sabríamos ni en dónde conseguir ni cómo manejar… por mucho que seamos conscientes de que resultan beneficiosos para el medio ambiente de nuestra capital. Como nos aseguran.

En este caso de nuevo, como casi siempre, el conocimiento se convierte en fundamental para apreciar el valor que merecen esos pequeños seres que han de contribuir a defender el verde preciado de la ciudad y hacernos de paso la vida cotidiana algo más acogedora.

Aunque, con el debido respeto y toda mi buena voluntad, he de reconocer que no creo que fuera capaz de discernir las virtudes de los bichos alineados en el bien. E insecticida en mano rociaría, como un nutrido grupo de conciudadanos, a todo aquello que se moviera (sobre todo, que volara). Lo que de paso le ahorraría un disgusto a mi compañía. Supongo que entre otras cosas por eso se necesitan decenas de miles de bichos que practiquen el buen hacer…

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Miguel Gay)

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