Lo difícil

Lo difícil
Lo difícil
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Fácil es aquello que se hace sin más, como si tal cosa. Sin pensar, sin esfuerzo, sin complicaciones. Fácil es un problema cuya solución es trivial, como calcular dos más dos. No requiere de grandes habilidades. 

Fácil también es un adjetivo que sirve para las personas, para las que contribuyen, que suman y hacen posible lo que corresponda. Pero también para quienes no ponen obstáculos y, por eso, se dedica de manera despectiva a quienes son de tiro rápido, por no decir gatillo e incluso asuntos más sórdidos.

‘Lo fácil’, sin embargo, se entiende mejor por oposición a ‘lo difícil’. Como casi siempre, la contraposición de significados y de experiencias permite distinguir y comprender. Así, ‘lo fácil’ deja de estar relacionado con el hacer. Salta de nivel. E irrumpe una catarata de verbos donde las acciones, las cosas y las causas se entreveran en función de la persona, su perspectiva y contexto.

Qué es fácil y qué es difícil dependerá mucho de cada persona y de sus circunstancias

En este orden de ideas, tiene sentido preguntar(se) qué es ‘lo difícil’, porque entonces se descubre que, como con otras cuestiones similares, no existe en abstracto. Todo depende de quién, de cuándo, de cómo e incluso de cuánto... Las respuestas están conectadas con la vida de quien responde. Y el abanico de respuestas correlaciona con las habilidades tanto innatas como aprehendidas. Si se escucha a un pianista virtuoso la música fluye como si nada. Parece fácil, pero a poco que se analice su interpretación se constata la dificultad implícita, las horas de ensayo, la infinita dedicación. También caben otros ejemplos fascinantes. Basta ver a un carnicero partir un pollo, separando las partes, deshuesando un contramuslo o sacando filetes de una pechuga cual cirujano. O a un pescatero preparar una corvina o una dorada para hacerla a la espalda sin dejar nada a la improvisación. Lo difícil, al igual que lo bueno, es inseparable de las circunstancias y, por lo general, de las tareas a desempeñar. Con lo cual volvemos al principio, ‘lo difícil’ es lo que no se hace sin más. Y hay más miga de la que aparenta.

Pruebe usted a escribir su lista personal. ¿Lo difícil es...? Construya su repertorio. Y luego pregunte. Quizá me equivoque, pero surgen un sinfín de contradicciones si compara con las respuestas de otras personas. No vemos el mundo desde el mismo lugar, ni con la misma voluntad. La vertical de una pared rocosa es una suerte para quien goza escalando o una estupidez si sólo se prefiere el sofá y la televisión. Para quien no quiere cocinar, freír un huevo es un reto más grande que pelar un langostino con cuchillo y tenedor.

Pero en general lo difícil es conectarse uno mismo con lo más íntimo de sí, descubrirse como un yo que necesita dialogar con su verdad más auténtica

Lo difícil es lo que cuesta. Ese coste tiene diversas dimensiones. Puede limitarse a dinero y entonces se enmascara como dificultad algo que no lo es. Hay otros costes, otros esfuerzos: intelectual, temporal, emocional, afectiva, relacional… De ese conjunto adaptativo y abierto a la evolución individual, pese a lo dicho antes y a riesgo de caer en contradicción, lo difícil se repite inapelablemente con cada persona en cuanto se enfrenta su propia vida a tres preguntas clave: ¿quién soy?, ¿para qué estoy aquí?, ¿qué tengo que hacer?

Esos tres interrogantes se reiteran en el tiempo y con distintos grados de intensidad. Hay quienes pasan por encima sin sentir, trivializando(se), sin indagar en ningún recoveco de su historia y personalidad. Mientras otros están en el extremo contrario. Se atascan en su bucle, cavando un surco donde no hay más alternativas. En ambos casos, ‘lo difícil’ es encontrar sentido y dotar de sentido al día a día. Lo difícil es uno mismo. Es gestionar las propias emociones para distinguir los miedos que bloquean la respiración. Cuando se consigue discernir las compulsiones que atenazan la libertad y las ganas de vivir, se constata que ‘lo fácil’ es menos de lo que parece. Los deseos no son la realidad, ni la realidad es directamente contraria a lo que se desea. Lo difícil es conectarse uno mismo con lo más íntimo de sí. Lo difícil es descubrirse como un yo para sí mismo que necesita dialogar con su Verdad más auténtica para descubrir que con la plena conciencia no es suficiente. Hace falta dejar paso a ese soplo de energía mayor que uno mismo y que se siente con el simple hecho de respirar a conciencia.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Chaime Marcuello)

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