La menguada hinchada española

Calentamiento previo al encuentro Italia-España de la Liga de las Naciones.
La menguada hinchada española
VOCENTO/REUTERS

Pasa en todos los partidos en los que nuestra futbolera selección nacional juega fuera de nuestras fronteras. Mientras que las gradas que ocupan los hinchas de las demás selecciones están abarrotadas de gentes enfundadas en las camisetas de sus colores, nuestros hinchas (se juegue contra quien se juegue, y sea cual sea el escenario) siempre están en minoría. 

Pero la final de la UEFA National Ligue fue la culminación del escaso apego de nuestros aficionados. Parece descabellado sacar conclusiones, digamos patrióticas, de un evento deportivo, pero todos sabemos que esto es así.

Por no hablar de nuestro himno, que sigue sin sustituir el ‘la la, la la’ que canta la gente, a cambio de una letra que podamos cantar con orgullo. Como todos los países del mundo. Estamos huérfanos de esa letra, que pudo salir a la luz durante la segunda presidencia de José María Aznar, con una letra tremendamente inclusiva, y que no hería lo más mínimo ninguna sensibilidad (el presidente, con mayoría absoluta, no la refrendó). Porque esa letra no es cuestión baladí, sino que representa la unión de los deportistas con los hinchas, con el pueblo español en suma. Da envidia ver a jugadores, cuerpo técnico y aficionados de cualquier país emocionados hasta la lágrima al cantar su himno, y todos a una empujar a sus deportistas hacia el triunfo.

Pues bien, al intentar averiguar las causas de esa desafección a la selección española no podemos disculparla por el hecho de que ¿podríamos ser más pobres para viajar a Róterdam que los escasos cinco millones de habitantes de Croacia? Si no es así, habrá que pensar que esa riqueza está muy mal distribuida en España. Tampoco parece que la distancia en avión desde las orillas del Adriático o desde España hasta la ciudad del gran puerto atlántico de Europa marque la diferencia de ese arrastre de aficionados.

Más bien parece que la selección española, salvo algunas comunidades como Andalucía, las dos Castillas o Aragón (daba gusto ver una gran pancarta con el nombre de Zaragoza) no arrastran lo que determinados clubes. A lo mejor es que somos muy ‘comodetas’. ¿O será que la representación de España sigue sin conmover todavía, como sería lógico, a los españoles?

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis Mateos)

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