Concluido, con la constitución de las Cortes, el primer acto de la undécima legislatura aragonesa, no sabemos todavía lo que pueden depararnos los siguientes. 

La función tiene suspense. Lo que hemos visto por ahora es que Vox se ha apuntado un tanto. Y no solo eso, sino que también ha desairado al partido al que le debe la presidencia de las Cortes, adelantándose a hacer público el acuerdo. El PP perdió el jueves la oportunidad de transmitir a la opinión pública que al menos lleva la iniciativa, dando la noticia y acompañándola de las correspondientes explicaciones. Los de Vox se la pisaron y se hicieron protagonistas con toda facilidad.

Esos detalles importan. Está claro que el acuerdo para ceder a Vox el puesto de la segunda autoridad de Aragón no es para el PP ni para Azcón un plato apetitoso. Más bien, un sapo que ha habido que tragarse. Pero dar la impresión de que se va a remolque del indeseado socio, en lugar de transmitir seguridad en las propias acciones, solo empeora las cosas. Una cosa es aceptar un intercambio de condiciones, cosa inevitable en una negociación, y otra cosa dejar a la gente preguntándose ¿pero quién manda aquí?; en la relación, ineludible según la aritmética parlamentaria, entre Azcón y Vox, ¿quién va a llevar la batuta?

Veremos cuáles son las siguientes escenas en esta comedia -o drama, o tragedia, aún no se sabe-, pero si Azcón ha empezado dando, habrá que suponer que pronto le tocará recibir. ¿O tiene todavía que tragarse más sapos para que los de Abascal le permitan ser presidente?