Zaragoza estrena hoy una ordenanza de limpieza, que contempla multas por acciones como arrojar al suelo las colillas de los cigarrillos, no limpiar los orines de las mascotas, rebuscar en los contenedores de basura o tender la ropa hacia la calle. 

Más allá de que algunas puedan ser controvertidas, el Ayuntamiento debe atender a las reclamaciones de la mayoría de los ciudadanos, que exigen unos espacios comunes más aseados, cuidados y seguros. No es una cuestión de ideologías, puesto que el nuevo alcalde socialista de Barcelona, por ejemplo, también ha puesto en la diana de su acción política el orden y el civismo. Para lograrlo en la capital del Ebro resultará muy útil la nueva ordenanza con sanciones más duras, pero también son necesarias mejoras en el cobro de las multas y, sobre todo, pedagogía. Está claro que la tarea de mantener la ciudad en óptimas condiciones es tarea de todos. La satisfacción de conseguirlo también será un logro común.

La nueva concejal de Medio Ambiente y Movilidad, Tatiana Gaudes, ha afirmado que "el objetivo no es sancionar, sino concienciar y difundir entre la ciudadanía esa imprescindible sensibilidad con la limpieza y el respeto a los espacios comunes". Con todo, ha recalcado que el nuevo texto permite perseguir las acciones incívicas que generan suciedad y "malestar en la gran mayoría de los ciudadanos, que sí cumplen con el debido cuidado y respeto". Zaragoza es una ciudad de buena calidad de vida, según numerosas clasificaciones, pero tiene que seguir trabajando para mejorarla. Como todas las grandes urbes, tiene problemas de incivismo, grafitis, suciedad, inseguridad y falta de mantenimiento. Por eso, el Ayuntamiento, cuya misión primordial es ordenar el espacio público, debe esmerarse en atajarlos. No se trata tanto de más recursos como de más eficacia.