La estrategia del doble liderazgo

Núñez Feijóo y Díaz Ayuso durante el desayuno informativo
Núñez Feijóo y Díaz Ayuso durante el desayuno informativo
J.J. Guillén

Los partidos que, como el PSOE y el PP, aspiran a ser –y de hecho han sido– los puntales del sistema democrático tienen que captar los votos de un amplio espectro de ciudadanos, desde quienes comparten su filosofía pero esperan que avance paso a paso, hasta los impacientes que lo quieren todo y lo quieren ahora. 

Es difícil, porque si el partido aparece como muy radical, pierde a los moderados; y si se muestra comedido, se le van los exaltados. Un serio dilema.

Pero el PSOE de los años ochenta dio con la clave para resolverlo: un doble liderazgo. El número uno, Felipe González, se presentaba como un señor tranquilo, que inspiraba confianza: era el doctor Jekyll. En cambio el número dos, Alfonso Guerra, con sus declaraciones virulentas y a cara de perro, daba miedo a los adversarios y enardecía entre sus filas a los radicales: era míster Hyde. El tándem tuvo un éxito más que notable, consiguió en 1982 la más amplia mayoría absoluta de la democracia y mantuvo a los socialistas en el gobierno durante trece años y cinco meses. Nadie después ha durado tanto.

Si ese dúo pudo funcionar durante muchos años fue, entre otras razones, porque Guerra nunca puso en cuestión la jefatura de González ni le movió la silla a su secretario general. No obstante, cuando faltó la confianza entre los dos, el doble liderazgo se quebró. Y desde entonces no ha vuelto a darse, ni en el PSOE ni en el PP, una combinación similar. Quizás podría haberse producido entre Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre, pero ni a don Mariano le iban esas filigranas ni podía fiarse de doña Esperanza, que aspiraba sin mayores disimulos a sustituirlo.

Ahora, sin haberlo pretendido, Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso están en la tesitura de emular –‘mutatis mutandis’– aquel dueto ganador de González y Guerra. De hecho ya lo están haciendo. Feijóo, el hombre tranquilo; Ayuso, la mujer torbellino. Pero para que la estrategia fructifique es esencial, además de que cada uno interprete con talento su papel, que don Alberto pueda darle la espalda sin miedo a doña Isabel. Ahí está la duda.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Víctor Orcástegui)

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