Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

¿Rivales o enemigos?

¿Rivales o enemigos?
¿Rivales o enemigos?
POL

En ‘El ocaso de la democracia’ (2021), Anne Applebaum alerta sobre los "movimientos políticos polarizadores del siglo XXI" que se estarían produciendo en países tan distintos como Estados Unidos, Polonia, el Reino Unido o España. 

Lo cierto es que la polarización se ha convertido en un instrumento para conquistar el poder. En España, lo vienen utilizando la extrema izquierda (Podemos), la extrema derecha (Vox) y los nacionalismos soberanistas (Junst, ERC, Bildu).

En un entorno más competitivo tras la irrupción de nuevas marcas políticas, los partidos tratan de subrayar al máximo las diferencias con sus rivales para evitar fugas de votos a otras formaciones. "Política de sobrepuja", lo ha denominado Giovanni Sartori. Sustituyen el pragmatismo, el comportamiento racional y la tolerancia por una especie de lucha existencial ‘a vida o muerte’. La consecuencia es la imposibilidad de llegar a pactos de Estado.

La oferta electoral para el 23 de julio es, en esencia, de dos bloques

Esa actitud polarizadora está también en la sociedad. La llegada de las redes sociales ha facilitado la creación de cámaras de eco en las que los ciudadanos solo consumen información y opiniones que refuerzan sus creencias. La polarización ideológica potencia la polarización afectiva: una intensa reacción emocional negativa hacia los ‘otros’. La gente percibe y describe cada vez más la política y la sociedad en términos de ‘nosotros’ frente a ‘ellos’. Somos capaces de justificar casi cualquier cosa o a cualquier persona siempre que esté en nuestro bando.

Existen indicadores objetivos que dan fe de una clara polarización política en los últimos tiempos. Una investigación de la consultora Llorente y Cuenca sobre el debate público, concluye que el efecto de los contenidos polarizantes sobre el cerebro es similar al de las drogas. Los temas más polarizados y que acaparan mayor volumen de conversación en España son la inmigración, el feminismo, el sindicalismo, el cambio climático y el aborto.

La traslación de esta polarización social a la oferta electoral del 23-J deja dos bloques por el ascenso de los extremistas durante la última década. Son dos compartimentos estancos con partidos que sólo pactan dentro de su bloque. En este sentido, el PP está en manos de Vox. Y el PSOE depende de Sumar. Salvo sorpresa mayúscula, ninguno de los dos grandes partidos podrá gobernar sin contar con el beneplácito de sus compañeros de bloque. Es decir, quien vote a Pedro Sánchez lo hará también a Sumar; quien elija a Núñez Feijóo, se queda también con Vox. De hecho, hay muchas posibilidades de que Yolanda Díaz o Santiago Abascal sean vicepresidentes del nuevo gobierno como Pablo Iglesias o la propia Díaz lo han sido del anterior.

Los extremistas han contagiado a los moderados de tal modo que, para cada mitad del Parlamento, la otra mitad solo es el enemigo a batir o aquel con quien cualquier pacto sería una traición

Durante la legislatura que agoniza, este juego maniqueo ha llevado a los votantes del PSOE a tener que tragar auténticas ‘ruedas de molino’ como la ley del ‘solo sí es sí’, la ‘ley trans’, los cambios en la Ley de Memoria Democrática, la supresión del delito de sedición (una amnistía de facto a los golpistas de 2017 en Cataluña) o el blanqueamiento de Bildu. Si ahora gana el PP, lo previsible es que ocurra lo mismo con las polarizadoras propuestas de Vox: desde el negacionismo de la crisis climática y la violencia de género a los trasvases o el rechazo de la UE.

Se abominó del anterior ‘bipartidismo imperfecto’, pero el actual bibloquismo es aún más imperfecto en términos de estabilidad, tolerancia y gobernabilidad. El bibloquismo veta todo entendimiento transversal y una ‘grosse koalition’ entre PSOE y PP se ve hoy casi como imposible. ¿O no?

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Javier Rueda)

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