Por
  • José Ángel Oliván

El momento de Schrödinger

El momento de Schrödinger
El momento de Schrödinger
Heraldo

El famoso gato de Schrödinger es una figura metafórica en la que un gato encerrado en una caja puede estar vivo y muerto simultáneamente. Dejo para otro día la descripción cuántica del asunto, solo apta para mis primos los matemáticos. Lo que me interesa es esa situación en la que dos alternativas excluyentes se dan simultáneamente.

Vivimos tiempos de Schrödinger, simultáneamente tenemos alcaldes y no los tenemos, tenemos presidente de la Comunidad y no lo tenemos; tenemos presidente del Gobierno y no lo tenemos. Este fenómeno de la interinidad, del traspaso de poderes y de la alternancia no es nuevo en la política democrática, pero en el caso actual esta sensación de no saber bien si el gato está vivo o muerto ha llegado a niveles cuánticos.

La mayoría de las instituciones se encuentran en este vacío de poder sin que exista un nivel fuera de duda. En otras ocasiones los cambios locales y autonómicos se producían bajo el paraguas de un gobierno central en pleno uso de sus facultades. O viceversa, los cambios en el España se daban con gobiernos locales y autonómicos asentados. Ahora no, todos a la vez están en alguna de las fases de todo proceso electoral: elaboración de listas, campaña, análisis de resultados, configuración de mayorías y formación de equipos. Esto ya de por sí establece un escenario de paralización política que se traduce en paralización administrativa y económica. Todo lo relacionado con la Administración está en suspenso.

Vivimos un momento ‘cuántico’ de la política española: tenemos gobiernos y,
al mismo tiempo, no los tenemos. El resultado es parálisis e incertidumbre

Pero a esto se añade la incertidumbre. Excepto en unos pocos casos, los resultados están claros y no dibujan un escenario futuro con una cierta previsión, pero en muchos otros, a estas alturas todavía no está claro el modelo de conformación de mayorías que se va a dar. Podemos barruntar quién va a gobernar, pero en demasiados casos no sabemos ni con quién ni con qué programa. Y en otros ni siquiera está claro quién gobernará. Esto en el caso de las elecciones ya celebradas y por supuesto en la que queda por celebrar.

Para añadir más confusión nos encontramos en un escenario en el que el futuro es terriblemente incierto. En otras ocasiones, tanto si ganaba el que ya estaba como si ganaba el que se le oponía, los escenarios eran previsibles. Si sigue este pasará esto y si gana el otro, pasará aquello. Ahora no. Las principales fuerzas políticas dependen de aliados más o menos coyunturales para poder gobernar. Las negociaciones se anuncian, además, complicadas ya que los aliados se mueven en alternativas políticas radicales, parece que más en la derecha que al final en la izquierda.

Podría decirse que la solución es que los dos partidos se pongan de acuerdo. Eso sí que sería cuántico. Seríamos a la vez de derechas y de izquierdas. El color resultante sería el violeta. Increíble ¿verdad? Además, tampoco sabríamos para qué, ni quién, ni cómo.

Así que incertidumbre, confusión, paralización. Con gobiernos y sin gobiernos simultáneamente. Tiempos cuánticos. Dicen que son tiempos más inteligentes y rápidos. O puede que no, que también lo sean y no simultáneamente. Menos mal que la caja que contiene al gato está ahí para recordarnos que lo real existe. La abriremos en unas semanas.

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