Tiempo de mudanza

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Tiempo de mudanza
Fiorella Balladares

Mañana se cumplirá un año desde que el Consejo de la Unión Europea (UE) adoptó la ‘Recomendación relativa a un enfoque europeo de las microcredenciales para el aprendizaje permanente y la empleabilidad’. 

Se incluye dentro de las iniciativas de educación superior impulsadas por la UE. Están concebidas, como se declara en la web, para "favorecer y permitir que el sector de la educación superior se adapte a las condiciones cambiantes, prospere y contribuya a la resiliencia y la recuperación de Europa".

La versión española del documento tiene 34 páginas. Además del texto principal, incluye dos anexos. El primero, ‘Elementos tipo europeos para describir una microcredencial’. El segundo, ‘Principios europeos aplicables a la concepción y la expedición de microcredenciales’. Si tiene ganas de entretenerse, merece la pena leer al menos los considerandos iniciales porque justifican un cambio de coordenadas en el sistema de educación europeo. Éste se apoya tanto en lo que podría ser como en lo que se dice que debería ser. Y muestra una apuesta estructural orientada al mercado más que a formar una ciudadanía instruida, crítica y autónoma. Bajo el barniz de "una cultura del aprendizaje permanente eficaz", descrita como fundamento y garantía de que "las personas tengan los conocimientos, las capacidades y las competencias que necesitan para prosperar en sus vidas personales y profesionales", queda claro que prima la visión mercantil de la industria y el negocio del aprendizaje.

‘Aprendientes’ (sic) y proveedores dispuestos a "satisfacer las necesidades nuevas e incipientes de la sociedad y del mercado de trabajo y para hacer posible que las personas colmen el déficit de las capacidades que necesitan para prosperar en un entorno que evoluciona rápidamente, pero sin sustituir las cualificaciones tradicionales". Como en un mercado que se precie, esto se comercializa por una amplia "variedad de proveedores públicos y privados". Por eso no resulta extraño que recomienden que "las instituciones de educación superior, los centros de educación y formación profesionales, los proveedores de aprendizaje de adultos y otros proveedores de microcredenciales, incluidos los empleadores, colaboren e incorporen los últimos resultados de las investigaciones al diseño y a la actualización de las oportunidades de aprendizaje".

La Universidad de Zaragoza ha aprobado el ‘Reglamento de Enseñanzas Propias’,
en el que se dibuja una maraña burocrática que, lejos de ayudar,
parece pensada para impedir y controlar

Es un paso más de la sociedad credencialista que describió Randall Collins (1979). Ahora, las competencias y las capacidades certificadas son más relevantes que el conocimiento y el pensamiento crítico. Esto se administra en píldoras de aprendizaje. Las dosis son prescritas al servicio de quien las quiera comprar. Una vez comercializadas y convenientemente certificadas, se acredita que los resultados de aprendizaje (en procesos de corta duración) sirven para justificar que se sabe apretar un tornillo, programar en Phyton o lo que se tercie. Así este aprendizaje es una experiencia breve acreditada por un proveedor que de manera "flexible y personalizada" permite "ayudar a las personas a adquirir los conocimientos, las capacidades y las competencias que necesitan para su desarrollo personal y profesional". Y por si faltaba alguna otra palabra mágica, "tienen el potencial de ofrecer oportunidades de educación y formación a una gama más amplia de alumnos, incluidos los grupos desfavorecidos y vulnerables".

El núcleo del sistema no es nuevo. El certificado es lo que vale. Acredita una formación y permite estratificar el acceso a distintas posiciones y puestos en la sociedad. Aquello que no se hereda por razón de cuna y de sangre, se consigue mediante adquisición de credenciales a las que se les atribuye un valor de cambio. Por eso, en el contexto de la UE, se insiste en crear "unas normas comunes que garanticen su calidad, transparencia, comparabilidad transfronteriza, reconocimiento y portabilidad". De este modo queda oficialmente instituido el mercado donde las microcredenciales podrán conseguir ese ‘potencial’ deseado. Esto abre un sinfín de preguntas y cuestiona el futuro de las universidades como instituciones de educación superior. En el caso de la Universidad de Zaragoza se aprobó el pasado 31 de mayo el ‘Reglamento de Enseñanzas Propias’. Ahí se dibuja una maraña burocrática que, lejos de ayudar, parece pensada para impedir y controlar. Nada de facilitar y agilizar. O nos reinventamos y aportamos valor o nos pasarán las microcredenciales por encima.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Chaime Marcuello)

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