Examen final para los padres

Examen final para los padres
Examen final para los padres
Pixabay

Supongo que como abandoné hace ya años las obligaciones escolares –las mías y las de mis criaturas–, no me vi empujado a subirme a la ola moderna, ahora recién descubierta, de ofrecer un presente –individual o colectivo– al profesorado una vez acabado el curso. 

Me asomo intrigado a esa exigencia para mí novedosa con la que no conviví en mi alargado periplo estudiantil, de implicación paternal casi irreprochable, como puede dar fe mi compañía –tal vez a veces aún más entregada–.

Es verdad que entonces había que manejarse con otras propuestas: los disfraces de los niños en las fiestas navideñas –de severa complejidad–, los regalos de cumpleaños, las rifas solidarias… Escenarios en los que no era sencillo encontrar una coincidencia general.

El impulso de la mensajería digital multiplicó los grupos de asociados, anudados por los lazos más asombrosos. Terreno abonado, además, al enredo y la disputa entre quienes pretendían ensanchar el hilo finísimo que justificaba la agrupación.

Surgían almas voluntariosas, desbordadas de tiempo y empeñadas no solo en tirar del carro, sino sobre todo en impulsar sorprendentes iniciativas que exigían elevar el nivel del compromiso y que solían salir adelante en alianza con la indiferencia mayoritaria.

Y supongo que en el tejido de esa tela de araña –de la que felizmente pude escabullirme– surgiría ese proyecto de premiar al profesor, amparado por el liderazgo voluntarista, al que no supieron echarle el freno los inscritos en ese listado ataviado con la prenda de la exigencia. En alguna ocasión había contemplado la delicadeza para mí excesiva con la que los padres de algún alumno habían agasajado a un profesor. Pero lo máximo que a mi compañía y a mí se nos había pasado por la cabeza entregar era nuestro agradecimiento; las más de las veces, sincero.

Hoy me pregunto qué estarán pensando comprar los padres, si se sentirán a la altura de los del curso de al lado y qué consecuencias podrá tener el bajarse del proyecto. Que estoy convencido de que no garantiza la mejora de una nota…

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Miguel Gay)

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