Debates, ¿para qué?

Debates, ¿para qué?
Debates, ¿para qué?
Pixabay

Pedro Sánchez, aguerrido y bronco polemista, autoconvencido de la exclusiva validez de su discurso, seguro de poseer la única verdad, quiere debatir a estas alturas de la vida. ¿Más debates? ¿Para qué? ¿De qué quiere debatir? 

La cosa es que en un gesto poderoso y retador ha propuesto enfrentarse en seis ocasiones, seis, al candidato Feijóo, no sabemos si a la taurina hora de las cinco de la tarde pero sí que deberán ser los lunes, ahora que la feria de San Isidro ha terminado su tanda de corridas y deja nuevas tardes veraniegas prestas al jolgorio y a la diversión.

Debatir es discutir un tema con opiniones diferentes. Si el debate es público, se supone que persigue convencer al respetable de cuál de las tesis sostenidas por ambos debatientes es la más acertada, correcta, conveniente o beneficiosa.

Los seis debates televisados con Alberto Núñez Feijóo que ha propuesto Pedro Sánchez serían una pérdida de tiempo

Pero, ¿qué pretende Sánchez enseñarnos con seis nuevas sesiones de insoportables y soporíferos debates, si está ya todo dicho y sabido por el público de los tendidos, harto de cansina palabrería y de oír lo nefasta y perjudicial que es la derecha española? ¿Quiere cambiar su discurso o insistir, erre que erre, en la bondad salvadora del Partido Socialista? ¿Pretende derrotar con la magia, contundencia y altisonancia de sus palabras las reflexiones y propuestas de un rival al que va a tratar de minimizar, de negar, de excluir, de descalificar como ha venido haciendo en las desiguales justas libradas en el Senado, amparado estrictamente por la presidencia y jaleado por la sonriente y aplaudidora camarilla? No, señor Feijóo –le espetará el señor Sánchez–, usted ni reflexiona ni tiene propuestas. Entonces, ¿de qué se va a debatir? Sánchez incurre en una de esas clamorosas ‘contradictio in terminis’ al plantear un debate negando que haya tema a debatir. Quizá quiere hablar él sólo, autodebatir, aburrir al personal contándonos lo que ya sabemos. En fin, que no tiene sentido.

Los ciudadanos ya no necesitamos esos ‘cara a cara’ tan anticuados para calar la catadura de los candidatos y las verdades o mentiras de sus discursos. Conocemos sus ideas insistentemente repetidas en diferentes medios, encuestas, entrevistas, tertulias, comentarios de exégetas a sueldo, redes sociales y conversaciones de café. Por eso la propuesta de celebrar esos seis debates –seis– nos parece de todo punto innecesaria, redundante y, si por nosotros fuera, no admisible.

La gran mayoría de los españoles ya sabe de qué pasta está hecho cada candidato y qué es lo que estará en juego el 23 de julio

Tampoco estamos para perder el tiempo escuchando cosas que probablemente no van a ser lecciones magistrales; somos conscientes de las alternativas que ofrecen a los españoles las elecciones generales del 23 de julio. Llegados a este punto no creo posible que ni con seis ni con cien debates por banda cambie lo más mínimo la percepción que los españoles tenemos de la realidad y de la trascendencia de las elecciones.

Yo les pediría a los políticos en general, pues todos podrían invocar su ¿derecho? a debatir, que nos ahorren el disgusto de tener que oírles tantas veces decir lo mismo. Por favor.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis de Arce)

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión