Un camino en la naturaleza, en una imagen de archivo
Amoenus
Unsplash

Fallan los tres concursantes de ‘Saber y ganar’ cuando les preguntan por un lugar idílico, generalmente al aire libre, que invita a la conversación relajada. Desde mi sofá les grito ‘Locus amoenus’. A veces no puedo evitar hacerme la listilla. 

Yo veo y descubro ‘locus amoenus’ bastante a menudo, siempre que haya árboles alrededor y amigos con los que charlar. El más reciente fue hace unos días, en la presentación del último número de la revista ‘Letras Libres’ en el kiosko de las letras, muy cerca de las casetas de la Feria del Libro.

Atardecía, la temperatura era ideal y finalmente no llovió. Las sillas estaban sobre el césped y ninguna quedó vacía. Daniel Gascón, director de la revista, se hizo acompañar de dos expertos en Buñuel que escriben en este número con motivo del cuarenta aniversario de la muerte de tan ilustre aragonés. Amparo Martínez Herranz, profesora de Historia del Cine en la Universidad de Zaragoza, habló de Luis Alcoriza y de Julio Alejandro, coguionistas de Buñuel, y resultaba muy amena (amoenus), igual que Agustín Sánchez Vidal, que por desgracia para mí no me tocó como profesor en mis años de universidad, y contó anécdotas de Buñuel en México que me maravillaron y me hicieron sonreír.

Buñuel fue a México solo de paso hacia Francia, y allí se quedó hasta su muerte. Por la calle la gente le paraba pues llegó a ser muy popular. Cuando ya no conducía debido a su avanzada edad, no aprobaba que Jean, su mujer, siguiera poniéndose al volante para ir de compras o lo que fuera. Se me hace muy corta la charla, como la vida. Y además, alarga ya tanto el día.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Cristina Grande)

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