Rechace imitaciones

Rechace imitaciones
Rechace imitaciones
Lola García

A comienzos de año, doscientos cincuenta profesionales, incluidos unos cuantos aragoneses, firmaron un documento para llamar, en lo posible, la atención de sus conciudadanos. En dos folios venía a decirse que la Constitución Española se estaba debilitando por causa de los sucesivos Gobiernos en los últimos años. 

Cuidado, podía entenderse, porque en nuestra vida política ya sucede que los árboles impiden ver el bosque. El peligro se agudizaba por la aplicación de una lógica política destructiva imputable al Gobierno formado por Pedro Sánchez. Las fuerzas de derechas, por su parte, no mostraban "ni energía, ni propuestas, ni un discurso adecuado para resolver la situación".

Medio año después, el aviso es actual. Más, porque las elecciones de mayo y las inmediatas de julio han encendido alarmas de todos los colores. El avance de los partidos conservadores es tan notable como el retroceso de las fuerzas coligadas con el PSOE en el Gobierno y también hay cambios visibles en el microcosmos parlero de los separatismos.

Los firmantes se acogieron al denominador común de la Constitución de 1978. En efecto, fueron –son– muy distintos y entre los más conocidos están F. Savater, F. de Carreras, A. Cortina, Manuel Aragón, Encarna Roca, Andrés Trapiello, F. de Azúa, Maite Pagaza, J. Dezcallar, D. Carcedo, J. L. Corcuera, Inocencio Arias, J. Leguina, M. Á. Aguilar...

El reproche al Gobierno y a su lógica destructiva frente al orden constitucional no era retórico ni partidista. Brota de la observación de las líneas mayores de la acción de gobierno. No eran objeto de reproche las declaraciones de intención ni las (pretendidas) políticas de ayuda a los más desprovistos. El daño político radicaba, y radica, en la promoción de normas legales de rango superior en busca de una mutación sustancial, la cual transgrede principios tan básicos como la separación de poderes, al tiempo que "priva a las Cortes de su primacía democrática y desactiva atribuciones esenciales del Constitucional". ¿Cómo hacen eso el Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos (Izquierda Unida más Podemos)? Por ejemplo, generando una "impunidad otorgada mediante leyes ad hoc" a los responsables del proceso separatista en Cataluña, en cuyo beneficio se suprime el derecho de rebelión y el de sedición se sustituye por el de meros desórdenes públicos agravados. De paso, se reforma el concepto penal de malversación. Ahora habría que sumar la infinita torpeza del ‘Solo sí es sí’, que por no querer quedarse en el ‘No es no’, ha desatado una lluvia de injusticias legales forzadas por una ley mal concebida y peor redactada. Ha sido una imitación pretenciosa y fallida de la buena gobernación.

Junto a la realidad aumentada y a la inteligencia artificial, aparecen a menudo la
realidad suplantada y la inteligencia interesada, que atraen al elector hacia el garlito

Realidad imitada

Sobre las imitaciones falsarias, hace dos mil años, el fabulista Fedro contó que, en Roma, un cómico se hizo popular por su perfecta imitación de los gruñidos del cerdo. Metía la cabeza bajo el manto, gruñía y el público asombrado exigía que lo abriese para probar que no llevaba un gorrino escondido. El actor accedía y los espectadores, entusiasmados, le hacían repetir el número. Empero, un aldeano disconforme apostó que lo mejoraría al día siguiente. Llegado el momento, el cómico repitió su asombrosa actuación y abrió su manto para mostrar que no usaba otra cosa que su voz. La ovación fue atronadora. El campesino hizo ver, a su vez, que escondía un cerdo bajo la capa. Y, en efecto, lo llevaba oculto. Le arreó un buen pellizco en el morro y el animal se puso a gruñir y a chillar. No obstante, el gentío aclamó como vencedor al actor. El aldeano mostró entonces el lechón y gritó a la muchedumbre: "¡Mi marrano prueba lo malos jueces que sois!".

A otro romano, Quintiliano, nuestro sabio paisano (de Calahorra), le preocupaba que una falsificación habilidosa resultase más atractiva que la verdad, que la gente prefiriese la imitación a lo genuino. Y razonaba así: "Cualquier cosa similar a otra es menor que lo imitado: la sombra es menor que el cuerpo, el retrato menor que el rostro real, la ficción del actor menor que los sentimientos verdaderos". Y, ya hace más de un siglo, Antonio Machado dejó dicho esto otro, cuyo vigor no decae: "A distinguir me paro las voces de los ecos", que viene a significar lo mismo. El poeta y pensador sevillano invita a desdeñar "las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna".

Es preciso estar atentos para reconocer cuándo le ofrecen a uno gato casero como si fuera liebre de monte. Estas cosas suceden. En estos días movidos, hay quien pretende suplantar la realidad y sustituirla por la propaganda.

Vienen, de nuevo, elecciones y habrá que distinguir entre las voces y los ecos, entre las promesas y las certezas, detectar al mentiroso y elegir entre el muñeco y su ventrílocuo. Y, como receta general, la Constitución por delante. Incluso para cambiarla.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Guillermo Fatás)

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