Con el inesperado adelanto de las elecciones generales al próximo 23 de julio, Pedro Sánchez ha desencadenado relevantes cambios en el escenario político español como la incomparecencia de Ciudadanos y la reconfiguración de las fuerzas situadas a la izquierda de los socialistas. Los malos resultados cosechados el 28 de mayo obligan a estas últimas a consensuar una candidatura única si quieren aspirar a que el bloque izquierdista mantenga el poder tras pasar por las urnas. Sin embargo, la intensa atomización de este espacio ideológico, las palpables tensiones negociadoras para formar una plataforma en torno a Yolanda Díaz y, sobre todo, la perniciosa labor de gobierno de Podemos, que ha lesionado muchas sensibilidades, están lanzando un mensaje muy negativo al electorado. El partido abanderado de la ‘nueva política’ ha sucumbido al viejo vicio de pensar antes en colocar a sus fieles en las listas que en los ciudadanos.

La dirección de Podemos ha anunciado que concurrirá con Sumar a las elecciones generales del 23 de julio, pero pretende alargar la negociación sobre las listas electorales, que se pueden registrar hasta el 19 de junio. Tras casi dos semanas de vértigo, con episodios de guerra sucia entre algunos de los aliados, acusaciones, vetos y mensajes envenenados de Pablo Iglesias, han logrado una suerte de matrimonio de conveniencia, que se veía aún muy lejano antes de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, en las que la izquierda recibió un severo correctivo, especialmente duro para el partido morado. Nadie alberga esperanza en que se cierren las heridas. Se trata de un pacto para aparcar diferencias y potenciar un mínimo de puntos en común de cara al próximo examen en las urnas, porque el electorado aún puede ser más duro en esta cita que en la anterior.