Toallitas

Zaragoza lucha contra los desechos de toallitas
Toallitas
Daniel Marcos

Las toallitas higiénicas sólo lo son una vez. Alivian un problema y crean otro mayor. Como la unión hace la fuerza, las toallitas juntas revientan las tuberías, obturan las depuradoras, cuestan un dineral. Por una punta entra un producto/servicio y por otra sale un problema. 

¿No podría la famosa IA, antes de eliminar a la especie humana, solucionar este tapón? Si la IA nos va a extinguir al menos que haga algo útil mientras tanto. Ya hace muchas cosas: predice el plegamiento de proteínas, por ejemplo. Pereceremos con gusto a manos de la especie que nos ha de suceder y que habremos creado. 

Con las gafas de Apple todo irá bien. Al menos, si la IA nos da una buena vidilla, admitiremos con resignación el relevo. Lo de las toallitas parece más fácil de arreglar que predecir proteínas. Podemos imaginar las ciudades hinchándose por debajo, sufriendo tremendas indigestiones de felpa y fibra, reventando por sobredosis de toallitas. Esos camiones y furgones desatascadores que meten tubos por las alcantarillas hacen un ruido bestial. Sólo por eso podríamos ser menos pródigos con las toallitas… o tirarlas a la basura ‘ad hoc’. La depuradora principal de Zaragoza, la de La Cartuja, ha cumplido treinta años (pagando a escote, quizá debemos aún algún plazo), y ya hay que cambiarla. Vaya ruina. Una instalación milmillonaria tan efímera es un fiasco. Las toallitas son el espejo ideal de nuestra sociedad: fluida, suave y perfumada por una punta... y atascada por la otra. El agua que se emplea para fabricar este chicle vale más que mil palabras. 

(Puede consultar aquí los artículos escritos en HERALDO por Mariano Gistaín)

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