Artificial vs auténtica

Sam Altman, el creador de ChatGPT.
Sam Altman, el creador de ChatGPT.
JIM LO SCALZO

Los padrinos de la inteligencia artificial, como el doctor Frankenstein, reniegan ahora de su criatura. No saben a dónde puede llegar y han advertido, en una carta abierta, del riesgo de extinción de la humanidad si no se pone coto a este último gran avance tecnológico. Los investigadores firmantes se comportan como los dueños de las aplicaciones de redes sociales, que declaran, muy contradictoriamente, que no dejan que sus hijos utilicen el móvil.

Lo que sabemos hasta ahora es que la inteligencia artificial calcula mejor que las personas pero imagina peor; que puede ser una catástrofe para el empleo o convertirse en acelerador de la creación de puestos de trabajo en otros sectores.

A finales del siglo pasado, el campeón de ajedrez Gary Kasparov derrotó a Deep Blue, una máquina creada por informáticos. Kasparov sufrió mucho para ganar el pulso a la máquina. Pero Deep Blue no estaba programada para aprender de sus errores, y eso dio la victoria al ajedrecista.

Julio Verne también admiró que la valentía de la periodista estadounidense Nellie Bly se impusiera sobre Phileas Fogg, su famoso personaje. La periodista se propuso recorrer el mundo en menos de 80 días para superar a Fogg. A su llegada a Francia, fue recibida en Amiens por Verne, que no creía que pudiera batir la hazaña novelesca. Con la ayuda y el dinero de su editor, el famoso Pulitzer, la periodista lo logró.

El factor humano se impuso de nuevo. Pese a las profecías, parece difícil que la inteligencia artificial pueda sustituir a la auténtica.

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