Hacia el 23 de julio

Ciudadanos ejerciendo el derecho al voto en un colegio electoral, a 28 de mayo de 2023, en Sevilla
Hacia el 23 de julio
EP

Hay que reconocer que las elecciones, aparte preferencias, intereses y manías de cada cual, han sido un gran momento. Tanta gozosa normalidad que al resto del mundo, que bastante tiene con lo suyo, apenas le ha interesado, al menos hasta que el presidente, el mismo lunes, anunció las próximas para el 23 de julio, y ese anuncio tampoco le interesó mucho al mundo porque también entra en lo normal, esa condición tan exótica que sólo se aprecia cuando falta.

La felicidad de lo normal extraordinario, las emociones, casi olvidadas, de ver que, en efecto, en unas horas de domingo se pueden cambiar gobiernos o dejarlos como estaban. Aunque nada se queda nunca como estaba porque el vuelo de un suspiro influye en el universo y los neutrinos, sutilmente, nos atraviesan por igual, lo que sería suficiente para justificar la democracia, las elecciones y el amor genérico. La democracia es evitar matarse para decidir de forma más apacible; tantos países la querrían y no la alcanzan, ay. Lo mejor es suavizar los egos y pulir los filos, que hay neutrinos para todos, incluso de sobras, pues el universo, una vez seducido, que no violentado, provee de todo en abundancia: ya falta poco para vivir del aire. Y del sol. Días hay en los que la energía se hace toda o casi toda de milagro. Así que en la confianza de que todo irá bien o mejor solo queda sonreír a los rivales, entrechocar cortésmente las papeletas y, si acaso, apalabrar ya el convite, pues gane quien pierda vendrán más días y, si hay suerte, lo veremos juntos.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Mariano Gistaín)

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