El camino a la Moncloa no está despejado

Sánchez recibe a Feijó en La Moncloa
Sánchez recibió a Feijóo en La Moncloa
Chema Moya

Es natural que Alberto Núñez Feijóo trate de aprovechar el entusiasmo generado en su partido por la victoria –¿o sería mejor hablar de las victorias, en plural?– del pasado domingo para lanzar una potente campaña electoral de cara al 23 de julio

La idea de que está en ascenso una gran ‘marea azul’ que se prepara para barrer de España el sanchismo puede focalizar las mentes de militantes, simpatizantes y electores y convertirse en un impulso para la movilización. Pero hará bien el líder de los populares –creo que ya lo está haciendo– en advertir a los suyos de que la tarea no está hecha, sino por hacer, y que su objetivo de establecer un gobierno del Partido Popular, aunque pueda parecer al alcance de la mano, es todavía una aspiración ardua y que puede frustrarse con facilidad.

La cosecha de alcaldes y presidentes de comunidad que el PP está a punto de recoger puede dar una idea errónea sobre cuál es el balance real de fuerzas en la política nacional en el momento de convocarse las elecciones generales. El PP ‘barrió’, si se quiere decir así, en cuanto a la conquista del poder municipal y autonómico, pero no obtuvo un número de votos que pueda garantizarle ganar las generales y formar gobierno.

El PP no obtuvo votos suficientes el 28-M como para tener garantizado que la victoria en las generales le permita gobernar

La traslación de los resultados en votos de las elecciones municipales del 28-M al reparto provincial de escaños para el Congreso dejaría la suma de diputados del PP y Vox en una horquilla de entre 152 y 169 escaños. Solo en el escenario más favorable podría aspirar Feijóo a alcanzar los 176 escaños de la mayoría absoluta, pero le haría falta para ello añadir al respaldo de Vox el del PNV y de varios partidos regionales. Unos pactos bastante complicados. Y hay que dar por hecho que todas las fuerzas políticas que han ejercido como aliados del PSOE estos últimos cinco años votarían contra Feijóo. En cambio, no cabe descartar que Sánchez intentase, y consiguiese, dar vida a una nueva versión del gobierno frankenstein, aunque tuviera más tuercas y más costurones que la anterior.

En definitiva, si Núñez Feijóo quiere ser presidente del gobierno, no le basta con repetir el éxito del 28 de mayo. Va a necesitar conquistar muchos más corazones para que le otorguen su confianza. De lo contrario, bien puede ocurrir que en la noche del 23 de julio el PP sea el partido más votado, el vencedor de las elecciones, incluso con clara ventaja, pero que sin embargo su líder se quede a la postre, con la satisfacción moral, si quiere, pero compuesto y sin Moncloa. La ola, de momento, no es tsunami.

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