Cuando sobran hasta los cascos

Foto del partido Real Zaragoza-Tenerife en La Romareda, despedida de Alberto Zapater
Despedida de Alberto Zapater
Toni Galán

Dice mi compañera en el trabajo que un día se quedará sorda por culpa de los auriculares, con los que comparte vida a diario. 

Al principio, me hacía gracia la excentricidad de quienes convivían con esos chirimbolos sujetos al oído. Y me tuve que ir acostumbrando a escuchar hablar a mi lado sin ser partícipe de la conversación.

Ese entuerto ya se me había manifestado con el despegue de los móviles, pero ha adquirido contundencia con este dispositivo, que te hace sentirte envuelto en conversaciones diversas sin formar parte de ninguna.

En otros tiempos distinguíamos con facilidad la singularidad de quien hablaba solo, que solía concitar un espacio de seguridad a su alrededor; porque suponía una alianza con el desequilibrio. Hoy contemplo la estudiada puesta en escena de quien habla con la teatralidad encarnada; aspirante legítimo a ser admirado.

Y mientras me impresionan las indiscutibles virtudes de las mejoras técnicas, me inquiero también sobre las dificultades que suscita ese aislamiento de la realidad, la medida abstracción por la que nos guían esos artilugios. Que envuelven de paso la cabeza de mensajes y ruido, ayudando a despojarnos del sentido de lo que ocurre alrededor.

Vivir tiene mucho que ver con sentir. Con descubrir lo que el entorno me propone; con escuchar lo que pasa a mi lado; con atender la petición de atención de una persona que me requiere. Percepciones a las que contribuye el desarrollo de un mundo interior alimentado por experiencias y conocimientos. Que se nutren de la capacidad de atender, de percibir, de querer aprender. Y de escuchar y hacerse escuchar.

Como la impresionante manifestación de cariño, respeto y admiración –merecidísimos– tributada hace unos días al emblema del zaragocismo Alberto Zapater: el vuelco del agradecimiento inmenso hacia quien puso su sello en la historia blanquilla.

Iniciativa de recuerdo imborrable que conmovió el corazón. A la que acudíamos repletos de sentimientos y tradición y desnudos de modernidades... Hasta nos sobraban los cascos.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Miguel Gay)

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