La gran tarea

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La gran tarea
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Prometer, prometer hasta… la papeleta en la urna y ahora, ¿qué hacemos? Con la suerte soberana hecha carne, seguirá el verbo para trazar alianzas, sumar, restar, felicitar, celebrar y tirarse del pelo. 

Aragón y sus municipios van a tener quien les gobierne durante los próximos años, pero 2023 va a ser latoso en lo político, con unas elecciones generales para las que desde ya se seguirá haciendo campaña. Los primeros trazos de este año-fiesta de la democracia no han sido halagüeños. Bildu resucitó a ETA con unas listas infames y la rectificación de la formación no evitó que los partidos nacionales corrieran hacia el relato para hacer campaña con lo que a la gente no le importa. ¿Qué les pasará por la cabeza a ciertos políticos cuando trazan discursos donde acusan a partidos españolistas de ser ETA?, ¿a cuántos corazones que laten más por pasión que por razón les puede calar ese discurso?, ¿queremos una política española donde se agite sobre todo a ese perfil de votante? La nueva comunicación de los partidos, obsesionada con las redes sociales (con su excesiva concreción y, por tanto, simplificación de los mensajes), hace de lo burdo un exceso todavía más tosco. La cuestión aquí es entender aquel mensaje de que la política de un país es un reflejo de su sociedad, solo que matizando (me temo) que estamos empezando a desbarrar con el reflejo de la parte que está en las redes sociales. Transmutadas estas a altavoz del pueblo, como si no las cribara un algoritmo y estuviéramos todos sentados en una plaza, el mensaje más honesto que puede lanzar la sociedad es exigir a los políticos que se comporten como las personas que realmente son y no las que diseñan para ese ‘Hundir la flota’ que lanzan en campaña, y que colorea un país mucho más gris de lo que realmente somos.

Tenemos aproximadamente medio año para enmendar los habituales descalabros de las soflamas de lenguas y corazones envenenados, que pretenden enervarnos para ver solo enemigos y simas. La política debería ayudarnos a detectar el odio, no a cebarlo. Y somos los ciudadanos los que, con nuestro rechazo a ciertas actitudes, tenemos la capacidad colectiva de no acabar votando entre el desprestigio de lo que nos pertenece. Somos un Aragón mejor; una España mejor; y hemos de hacer madurar a nuestra democracia.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Juanma Fernández)

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