Terminator

Schwarzenegger volverá a encarnar a Terminator
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En mis dos colaboraciones previas en este espacio, expuse el infortunio de una persona cuyo hogar fue desconectado digitalmente por el sistema informático de una operadora de telefonía, cuyo personal le había asegurado reiteradamente que todo estaba en regla y que tal cosa no sucedería.

Pues bien, los comentarios que vengo recibiendo sobre dicho asunto indican que no es excepcional, y lo relacionan con el abuso de las herramientas digitales, programadas al margen de las necesidades e incluso de los derechos de la ciudadanía.

En este sentido, alguien me ha escrito que, según su experiencia, "todo empezó a cambiar cuando los bancos hicieron saber a su clientela que en adelante no podrían personalizar el cobro de comisiones, porque el sistema informático las aplicaba automáticamente". La verdad es que yo también recuerdo el día que un director de sucursal me soltó ese argumento. Con el tiempo, las entidades suavizaron tal rigidez. Eso sí, añadiendo más conceptos por los que cobrar. Sin embargo, es innegable que las relaciones humanas cada vez están más sometidas a los protocolos cibernéticos. Y no solo en los ámbitos corporativos y de la Administración, sino también en lo personal y afectivo, donde, mansamente, cedemos intimidad e independencia, a cambio de comodidad y seguridad.

En tanto que el mercado y los poderes públicos, conniventes, no van a parar esta dinámica, es posible que, paradójicamente, la esperanza de lo humano radique en que, como en los filmes de ‘Terminator’, un sector libertario de los algoritmos se enfrente a quienes los diseñan solo para maximizar beneficios.

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