Ganar y gobernar

Los resultados de las elecciones andaluzas tendrán que traducirse en pactos.
Ganar y gobernar
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Ha sido frecuente, en los cuarenta años de autonomía aragonesa, que el partido que ‘gana’ las elecciones no consiga sin embargo apoyos suficientes en las Cortes para formar gobierno. 

Estamos en un sistema parlamentario y ese desajuste es perfectamente posible, y no hay en ello en principio nada ilegítimo. Al PSOE le ocurrió ya en 1987, cuando Santiago Marraco, con 27 diputados (y habiendo perdido 3 respecto a 1983), vio cómo el PAR de Hipólito Gómez de las Roces, con solo 19 escaños, se hacía con la presidencia de la DGA. Y les volvió a pasar a los socialistas en 1991, de manera aún más dolorosa, pues José Marco contaba con 30 escaños (habiendo recuperado 3), mientras que el PAR, que formó un gobierno encabezado por Emilio Eiroa, tenía 17. El PP por su parte se vio en la misma tesitura en 1999, cuando el PAR cambió bruscamente de alianzas y le dio la presidencia al socialista Marcelino Iglesias, que tenía 23 escaños, frente a Santiago Lanzuela, con 28. Y les volvió a ocurrir a los populares en 2015, cuando Javier Lambán, con el peor resultado cosechado nunca por los socialistas en unas elecciones aragonesas, 18 escaños, se hizo con la presidencia, gracias al apoyo de Podemos, frente a Luisa Fernanda Rudi, que tenía 21 diputados. 

Y el caso es que la historia se puede repetir con Jorge Azcón. A tenor de las encuestas la suma del PP y Vox está cerca de la mayoría absoluta, pero si al final no llega a pisar la línea de los 34 escaños, habrá que negociar con otros partidos. Y ahí se abre un escenario en el que podrían llevarse el gato al agua tanto Azcón como Lambán. Puede parecer injusto, pero ese es el juego y hay que saber jugarlo. En la noche electoral, ni las alegrías ni las tristezas serán definitivas.

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