Ese voto indeciso

Ese voto indeciso
Ese voto indeciso
Fiorella Balladares

Hay más de uno y de una que todavía no sabe ni qué ni a quién votar el próximo domingo. Incluso tampoco saben si acudirán a depositar su voto. El desencanto y el sentimiento de orfandad política se han multiplicado en esta legislatura. 

A ello han contribuido las dinámicas de polarización de los propios partidos, la degradación del debate público, el sectarismo argumental, la decadencia moral, la pérdida de valor de la palabra dada y la falta de decencia ideológica, por señalar algunos aspectos. Estas dinámicas han permeado nuestra sociedad multiplicando la distancia de la ciudadanía respecto de la ‘res publica’ y sus profesionales.

Aquel revulsivo del 15M, aquella ilusión que llenó plazas e impulsó la llamada entonces ‘nueva política’ queriendo transformar la democracia española, ha envejecido aceleradamente. Los líderes más visibles han sido descabezados, borrados y engullidos por los monstruos que alimentaron. Las inercias que vinieron a combatir les han vencido. Y, como consecuencia, las ilusiones de la gente se han frustrado inoculando el virus de la desconfianza. Se ha instalado la carcoma moral en las estructuras simbólicas donde se sostiene la esperanza de crear una sociedad mejor.

La polarización, el desencanto y la oquedad de los programas políticos hacen que muchos electores se hayan distanciado de la política y que no sepan todavía si votarán o no y a quién

Las promesas incumplidas, los sueños burlados y las ideas corrompidas por la falta de seriedad, de competencia y ejemplaridad de nuestra clase política afectan a la hora de votar. Obvio, pero no siempre. Entre el electorado cada partido tiene sus ‘hooligans’. Fieles a lo suyo aunque tras las siglas ya no queden ni los rescoldos de lo que fueron. Son impermeables a las contradicciones de sus líderes. Votan como hay que votar. No piensan ni tienen en cuenta las ideas ajenas ni los debates. Su voto está decidido independientemente de la gestión, de las promesas o de las mentiras. El enemigo son los otros y a esos, ni agua. La mera sugerencia de deliberación buscando consensos y una racionalidad compartida se desprecia. ¡Las buenas ideas son las nuestras! Irán a votar y lo tienen bien claro. Para el resto de los votantes elegir está más complicado.

Las urnas no funcionan del mismo modo en todos los lugares. Hay considerables diferencias entre pueblos pequeños, ciudades, comunidades autónomas y gobierno central. El dispositivo es el mismo, pero su contexto modifica los cálculos y las preferencias. Esto es de sobra conocido. Cuanto más proximidad, menos importan las siglas y más cuentas las personas. El análisis de bloques ideológicos ni sirve ni funciona para explicar el voto en ese contexto. Cuando el alcalde o alcaldesa gestiona bien, trabaja por su lugar, se preocupa por sus vecinos, se vuelca para mejorar las cosas comunes y se entrega por el bien común, las siglas importan muy poco. Esto se desdibuja al saltar de nivel, ahí es donde comienzan las dificultades para votar y para pronosticar.

Su decisión puede determinar el resultado del 28-M

En esta ocasión, la oquedad de los programas políticos ha vaciado más si cabe los principios ideológicos de los partidos y de sus líderes. Ahora, el debate basado en datos y en propuestas fundamentadas ha sido sustituido por el marketing político trasegando con las emociones, haciendo de lo visceral la palanca para conquistar voluntades y votantes. La fidelidad a las etiquetas se difumina. Pero los hechos, las obras también pesan. Por eso son menos quienes están dispuestos a taparse la nariz y dar su voto a favor de lo supuestamente útil. Ya no funciona aquello de que viene el lobo. Las mentiras sistemáticas han dejado abonado el terreno a la indiferencia. La volatilidad derivada de la pérdida de autenticidad, de rigor y de coherencia se suma a la desafección.

Son unos cuantos y unas cuantas quienes todavía esperan argumentos, propuestas para hacer mejor nuestra sociedad y nuestra vida cotidiana más allá del intercambio de reproches, de las promesas de quita y pon o de las diatribas contra los adversarios. La falta de decisión de esa tipología de votante incrementa los votos sin decidir, de ahí que esos ‘votos indecisos’ sean la batalla donde se dirimirá el resultado de estas elecciones. Los flecos, la aritmética y los pactos postelectorales harán el resto. Dentro de tres días, veremos. El 28 de mayo están en liza las alcaldías de nuestros municipios y la presidencia del gobierno de nuestro país, de Aragón. Hay mucho por hacer y por decidir. No da igual quién gobierne.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Chaime Marcuello)

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