Por
  • Ángel Puente

Por una sanidad ‘con alma’

Por una sanidad 'con alma'
Por una sanidad 'con alma'
Pixabay

Acaso resulte tan excesivo como necesario alzar la voz por una mirada. En estos tiempos de listas de espera desorbitadas, grave presión asistencial, entre el hartazgo y la incertidumbre de pacientes y profesionales por una sanidad pública extenuada, ¿es oportuno abordar la humanización de la asistencia sanitaria? Rotundamente, sí.

Decía Séneca que "no puede el médico curar bien sin tener presente al enfermo". No obstante, el actual contexto sanitario obliga a extender esta llamada a toda la red sociosanitaria, cada vez más alejada de aquella medicina ‘con alma’ tan castigada durante la pandemia. Sin duda, la covid –durante la que nos conmovió la inmensa labor, el sacrificio y la valentía de todo el personal del sector salud– ha hecho mella en la calidad asistencial y, lamentablemente, la atención al paciente ha perdido lustre, frenando los tímidos avances de los últimos años.

La humanización de la sanidad tiene en la figura del médico la clave de bóveda de una estrategia (en ciernes) que alcanza a toda la estructura sanitaria, con un largo camino aún en investigación, gestión, procesos asistenciales, trato con los familiares, diseño de espacios o el confort del propio paciente. Resulta casi paradójico que, en plena revolución tecnológica, nos veamos acuciados por cierta agitación humanista. ¿Realmente hemos avanzado?

Hace apenas diez años que la humanización de la asistencia sanitaria entró a formar parte de la agenda política –necesitada de inversión y recursos–, mientras una nube de planes e iniciativas salpicaban el mapa sanitario. Pero la gran asignatura pendiente sigue recayendo sobre una universidad que lidere la defensa y salvaguarda entre los futuros doctores de una filosofía tan antigua como la propia Medicina (desde Galeno o Hipócrates a William Osler), reforzando la formación en Humanidades y Comunicación para que la atención a la enfermedad vaya acompañada de la adecuada atención al paciente.

Aunque el contexto de una sanidad extenuada no parezca propicio, hay que insistir en poner en el centro de la medicina el trato humano y personal al paciente

Pese el desafío de la inteligencia artificial, la telemedicina llamando a la puerta y el minutero laminando las consultas, no debemos olvidar lo superlativa que resulta la figura del médico en los momentos más vulnerables de una persona. Qué nos queda entonces más que depositar nuestra esperanza en su destreza clínica, y qué importante es sellar ese vínculo de respeto mutuo. Pero cuando nuestro interlocutor no alcanza a levantar la vista del ordenador, toquen a rebato.

Sobrecarga asistencial, contratos precarios, falta de competencias, escasez de médicos en ciertas especialidades o imposibles consultas exprés disponen un escenario definitivamente poco propicio. El profesional de enfermería –al que, por otro lado, hay que reconocerle un enorme esfuerzo en este sentido y que centraliza ese contacto– no puede reemplazar, sin embargo, la inmensa influencia del facultativo.

Celebro que el nuevo Código Deontológico Médico preste atención –tras seis años de revisión– a nuevos elementos como las redes sociales, el ‘big data’, la seguridad del paciente o la medicina no presencial. Pero debo hacer notar que conceptos como el respeto, la confianza, la prudencia, la dignidad o la delicadeza en el trato al paciente sigan encabezando un documento de obligado cumplimiento. Y la Administración debe velar por que la excelencia técnica de nuestra sanidad avance de la mano de la excelencia social, facilitando por tanto el marco para que todos los profesionales, los espacios, los procesos… jueguen a favor del trato al paciente. Alcemos, pues, todos, la mirada.

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