¡Prepárate!

¡Prepárate!
¡Prepárate!
Pixabay

El técnico no pudo instalar el equipo. Adujo que la línea de fibra suscrita no llegaba al edificio. Se despidió diciéndole que la llamarían en cinco minutos. Transcurrida una hora sin noticias, marcó el número de ‘atención al cliente’, que encontró en internet.

Los dos primeros intentos, con sus respuestas grabadas y las tensas esperas musicalizadas de rigor, le enseñaron las preguntas mágicas que daban acceso a tratar con un ser humano.

Por fin, a la tercera va la vencida, una melodiosa voz de mujer, en directo, o eso parecía, le garantizó que, efectivamente, en su historial constaba que el contrato firmado esa mañana estaba anulado.

Ella dio por bueno el armisticio, así que, aunque algo recelosa, no se tomó con hostilidad el mensaje que recibió esa misma tarde, indicándole el enlace de internet para "seguir el estado de su pedido". Quiso pensar que se trataba de la última excrecencia automatizada que quedaba por eliminar.

Sin embargo, durante la noche le llegó un mensaje de bienvenida a su nueva compañía, primero, y otro de invitación para obtener las facturas por email, después. En una nueva consulta tortuosa, otra voz femenina le volvió a asegurar que no había ningún contrato a su nombre. Y también, que había registrado su solicitud de no recibir más notificaciones sobre ese asunto.

La crisis que la llevó a ingerir una ración doble de ansiolíticos se produjo cuando, al cesar dicha llamada, recibió un aviso titulado "¡Prepárate, comprueba tu información de entrega!", precisando el tramo horario del día siguiente en el que el instalador iría a su domicilio.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Javier Usoz)

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