El Banco Central Europeo ha elevado los tipos de interés hasta el nivel más alto en quince años, pero modera el ritmo de subidas. Esta vez, el alza ha sido de 0,25 puntos, hasta el 3,75%, mientras que los tres aumentos anteriores fueron de medio punto. Era previsible esta subida porque la inflación en la eurozona sigue demasiado elevada (7% interanual), muy lejos del objetivo que fijan los propios estatutos del BCE: el 2%. El contexto actual es que la inflación en Europa ha bajado, pero aún de forma insuficiente; el crédito a empresas y familias también ha comenzado a contraerse, pero no lo apropiado; y la economía se ha ralentizado, pero mantiene el pulso. Buena prueba de la vitalidad macroeconómica es el positivo dato del empleo en España. El mercado laboral cerró abril con un récord de 20,6 millones de afiliados a la Seguridad Social tras crear 240.000 puestos de trabajo. Por primera vez desde 2008 el número de desempleados se coloca por debajo de los 2,8 millones en este periodo del año.

El BCE es el guardián de la inflación en la zona euro y, como tal, tiene el mandato estatutario de evitar que se descontrole. No puede, por tanto, dejar de luchar contra una inflación que sigue muy lejos de su objetivo del 2%. Pero, al mismo tiempo, debe ser muy prudente para no endurecer su política monetaria hasta el punto de ahogar la recuperación económica. Eso explica que siga incrementando los tipos, pero menos que hasta ahora.

El incremento del precio del dinero es una mala noticia para quien tenga una hipoteca a tipo variable, ya que las sucesivas alzas vienen elevando el índice de referencia, el euríbor, desde hace meses. Los gobiernos europeos, entre ellos el español, han puesto en marcha medidas de ayuda para las familias más indefensas. No obstante, el BCE, sin descuidar su objetivo de controlar la inflación, no debe ir más lejos de lo estrictamente necesario.