Todo es campaña
Si se define precampaña como el preludio de la campaña, en realidad no existe como tal. Todo es una campaña desde antes de la precampaña. Los partidos engrasan la maquinaria de manera permanente para diluir el efecto promesa y las realidades tangibles entre los ciudadanos. No hay precampaña, no existe.
Lo que estos día proclaman al viento nuestros candidatos son un capítulo más de los mensajes generados por las estructuras orgánicas para la captación del voto. No hay más secretos. Ciudadanos y PAR, por ejemplo, cayeron en el olvido en plena campaña electoral, a principios de enero, cuando ya se vislumbraba que no llegarían a mayo sino maltrechos y zaheridos. El riesgo reside en el cansancio del personal, que a duras penas soporta el enésimo mensaje similar al anterior, de tal modo que se antoja difícil diferenciar las medidas que se adoptan como resultado de la gestión y las proclamas que se difunden como generadores de votos.
Aragón no es una excepción: acumulamos supuestas inversiones millonarias mientras los candidatos se entregan en un sinfín de vocablos gruesos, sin poder diferenciar ya si lo segundo es más electoral que lo primero. Y ese es el riesgo, el de convertir nuestras administraciones en inmensos contenedores de promesas salpicadas de motas de realidad. Ya sabemos cómo se ha impedido la huelga sanitaria y cuál es el riesgo que corre la unión de estaciones, tantas veces reclamada en las Cortes por la mayoría de los partidos. Se entregan tanto al voto que se olvidan del votante. Un enorme riesgo.
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