Por
  • Ricardo Díez Pellejero

Ineco Rural TIC

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Pixabay

Odio estar lejos de la familia, pero aquí me tienen, de voluntario rural. El domingo Fernando Montejo llegó a Morés desde Paracuellos de Jarama en su flamante moto y yo desde Zaragoza en mi Corsa. 

Durante dos semanas estaremos desarrollando un ‘voluntariado rural’, en el que nos hemos puesto al servicio del pueblo y su alcaldesa, Azucena Lozano, para contribuir en la comprensión de la nuevas tecnologías y sus riesgos, a acercar su uso a la población del entorno –en especial a sus mayores–, en charlar con negocios y empresarios locales para exponerles las herramientas y tendencias de ese nuevo mundo que hemos descubierto más allá del mar de mares y sus redes; dando las charlas que hagan falta y bajo vigilancia de Silvia, la secretaria, hasta terminarles una página web, y en ello andamos.

Nos hemos empadronado en el El Arranque para comer y cenar juntos y andamos explorando los alrededores para documentar sus paseos y su patrimonio. Me ha sorprendido enormemente la singularidad de su ermita de San Félix, pues siendo corrientes su planta rectangular de mampostería o su techo abovedado con lunetos, las pinturas con las que la decoraron a finales del siglo XVII y que la tatúan hasta el último milímetro de piel, son absolutamente inusuales. En el contraste de su blanco y negro, se dibujan como hiedra grecas florales de las que surgen ángeles, querubines, animales salvajes o escenas que se diría de caza. La ermita de San Félix se ubica a las afueras de Morés, al pie del Cantazorras, alto sobre el que se ubicara el primitivo asentamiento celtíbero del que no hemos encontrado más que hileras dispersas de roca. Por su ubicación en una zona de emanaciones de agua, y por ser un lugar ‘protector’, según me cuentan en el pueblo, pues al parecer –antiguamente– era un lugar sagrado para las mujeres parturientas o en cinta, es posible que se ubique sobre algún lugar de culto más antiguo de aquellos primeros moresanos de la Celtiberia en el que adorasen a la diosa Coventina.

Esta tarde toca enseñar a los mayores a sacar partido a sus móviles y me pregunto qué tendré que aprender yo cuando, en mi vejez, contemple un mundo que también se empeñará en dejarnos atrás.

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