Donde habitan las emociones

La afición zaragocista celebra un gol el pasado domingo en La Romareda ante el Lugo.
Donde habitan las emociones
Guillermo Mestre

Resuenan lejanos los estallidos de esa guerra entre rusos y ucranianos que el paso del tiempo ha acomodado en nuestra rutina y en la de los medios de comunicación; a la que recurrimos cuando nos asalta el eco de la metralla convertido en historias que conmueven. 

Las de personas a las que no tardamos en sepultar por entre el aluvión informativo que arrastra cada jornada.

Hace tiempo que Zaragoza escucha la voz de un puñado de aquellos a los que la batalla les cambió la vida: heridos que han perdido brazos o piernas, y se rehacen para hallar el camino de su nuevo vivir. Militares que airean orgullosos los colores de la bandera que defendieron en el frente y hoy muestran cosida a sus cicatrices. A los que también se empeña en no olvidar el papa Francisco, voz de mil otras batallas e injusticias a las que recuerda, por más que haya quienes pretendan mantener ocultas a los ojos del mundo.

En el paréntesis de sus cuitas, aquellos soldados encuentran también acomodo en el estadio de La Romareda, escenario de mil emociones, que se engalana además para rendir homenaje al equipo de baloncesto femenino. El campo entero se vuelca en el reconocimiento al mérito de esas deportistas que volvieron a dar lustre a Zaragoza, tras la conquista impresionante de la Copa de la Reina. Se apasiona la afición y se acelera el corazón de ese elenco de jugadoras ilustres que levantan al cielo su trofeo.

Allí confluyen ese cóctel de afectos que tendrá la obligación de rematar el fútbol en su propio templo, refugio de memoria de mil gestas. Y cuando se marcha el día, todavía queda tiempo para que dé un vuelco el corazón. Vibra el teléfono móvil para recibir el mensaje del amigo: "Ha fallecido mi madre. Que Dios la tenga en su gloria. Gran zaragocista. Estaba en la Casa Grande y casi lo último que ha oído ha sido el estruendo de La Romareda al celebrar el gol".

Es el pálpito de vida –y de muerte– de un territorio engarzado en el discurrir de los acontecimientos y de los sentimientos de toda una ciudad. Los que surgen de la magia que brinda el estadio de La Romareda.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Miguel Gay)

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