Almas gemelas

Almas gemelas
Almas gemelas
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Mientras, angustiada, desandas tus pasos casi a la carrera, tu mente te lleva al instante en que os conocisteis, en un animado establecimiento del centro de la ciudad que aún sigue abierto, una tarde otoñal de 1998. Pronto celebraréis vuestras bodas de plata.

Al mismo tiempo, recuerdas que en aquel primer encuentro no sentiste ningún flechazo. Has de admitir que, por encima de todo, lo que te impulsó fue el hecho insoportable de que todas tus amistades ya estuvieran emparejadas.

No querías aislarte, ni que te tuvieran por un bicho raro. Dado este desapasionado e interesado inicio, entonces no podías imaginar que ibas a sentirte tan inseparablemente unida a esa alma gemela, espejo de ti misma, de la que ahora depende tu existencia.

Y tampoco contabas con que vuestros respectivos roles en la relación fueran a cambiar de la forma y al ritmo que lo estaban haciendo. A medida que tus facultades físicas y cognitivas menguan, las suyas, en cambio, se renuevan e incrementan, permitiéndole tomar cada vez más la iniciativa, recordando, recomendando, cuidándote y guiándote. De hecho, sabes que se comenta por ahí lo mucho que se parece lo vuestro a una relación tóxica y patriarcal.

Al llegar ansiosa a tu destino, se desvanece toda elucubración. Inspiras hondo, te concentras y abres el cajón. Y qué inmenso alivio, certificar que sigue allí, en el lugar que habías supuesto un rato antes, en plena calle, mientras hurgabas en el bolso. Al menos, no has tenido que llamarte para localizar su reclamo sonoro. Te consta cuánto le duele que teclees vuestro número en otros.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Javier Usoz)

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