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Cartas al director de HERALDO: Santos que suben, santos que bajan

Santos que suben, santos que bajan
Santos que suben, santos que bajan
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Santos que suben, santos que bajan

Cada año hay santos que ascienden puestos en la notoriedad del santoral, y me atrevería a decir con metáfora futbolera que están en la superliga de la santidad; otros en cambio se debaten por no descender de categoría. 

El renombre de los santos es un indicativo de nuestra beatería o de nuestra impiedad. Este mes de marzo hemos asistido a algunos jubileos santeros que denotan la pazguatería de estos tiempos. El 17 de marzo celebramos san Patricio, barbudo santo irlandés de tiempos medievales que está entrando con ganas en el fervor de los españoles, quizá por el ecologismo del color verde de su túnica o por sus raíces de druida céltico, tan de moda en la música. En cualquier caso lo festejan con esas chisteras de gomaespuma con las que parecen rabinos de baraja, y que no falten el baile y la cerveza negra. Por casualidad, dos días después, el 19 de marzo, tocaba la fiesta de otro santo, artista de la garlopa, el carpintero san José, tantas veces calificado con ese adjetivo de ‘patriarca’, tan desprestigiado hoy, y que de forma hipocorística abreviamos como Pepe o Pepa, con la mala suerte de que así se conoce al partido conservador español, coincidencia que ha terminado de hundir al venerado santo. Y no es que le falten flores para ser un santo ecológico, ahí están las varitas de san José, que crecen al comienzo de la primavera, ni ricos postres, como las virutas de carpintero. Quizá san Patricio sea más milagrero, eso no lo sé, pero desgraciadamente a san José ya se le oculta hasta en los comercios una indicación que refiera su patronazgo como ‘Día del Padre’. En los tiempos que corren algunos entenderán estas nuevas pleitesías como progresista globalización, otros como esnobismo papanatas consumista. Menos mal que, en marzo, siempre nos quedará Valencia con su arte, su fuego y su fiesta radiante de azul mediterráneo.

Javier Fatás Cebollada. ZARAGOZA

Caca de paloma

Alguien tendrá que poner alguna solución a la carrera de obstáculos terrestre y aérea que sufrimos los ciudadanos de Zaragoza. No puede ser que veamos bancos, coches, toldos, ventanas y el resto del mobiliario urbano y particular llenos de excrementos de palomas y similares. Un color amarillo se ha adueñado de las calles de la ciudad. Pasear por la Gran Vía, Fernando el Católico, el paseo de Sagasta o Independencia es una cuestión de suerte que no te caiga encima. Y da vergüenza ajena ver cómo nos juntamos todos en los cruces al verlos dinamitados de recientes explosiones amarillas que inundan la ciudad. Hay que dar una solución urgente al tema, que ya, por higiene, imagen y seguridad ciudadana, empieza a ser un problema más que importante.

Fernando Sarrato Balaguer. ZARAGOZA

Aquellos tebeos

Me remonto a mi infancia de los años sesenta y setenta y enseguida aparece ante mí el mejor pasatiempo que un niño podía tener, los tebeos. Eran como librillos en forma de viñetas donde los dibujantes, creando sus personajes, te contaban con dibujos y diálogos de fácil lectura unas historias increíbles que reflejaban muy bien la realidad social del momento. Recuerdo las cabeceras de ‘TBO’ o ‘Pulgarcito’ y a los archiconocidos Zipi y Zape, los míticos Mortadelo y Filemón, sin olvidar al carismático Rompetechos. O ilustraciones de héroes como el Capitán Trueno, Roberto Alcázar y Pedrín, el Llanero Solitario. O la divertida contraportada de 13, Rue del Percebe. Tantas y tantas historias que incluso había tebeos para chicos y otros para chicas, que llenaban nuestros sueños de ilusión. Los tebeos fueron sin duda los precursores del cómic y un pequeño número de editoriales tuvieron ante sí un auténtico filón en el negocio del entretenimiento, a falta de otros inventos que irían llegando con el tiempo. Qué recuerdos tan agradables intercambiando tebeos, coleccionándolos con pasión. Era como archivar un trozo importante de tu vida en soporte de papel, donde el color, la magia y la aventura los ponías tú junto a tus amigos. Historia viva de una España que comenzaba a renacer.

Luis Solanas Cebolla. Zaragoza

Gracias, profesor Badal

Tengo que dar las gracias al profesor Badal, no sólo por haberme enseñado Física en mis tiempos de estudiante de bachillerato, sino por su valiente artículo del día 20 de marzo en HERALDO. Algunos de los párrafos deberían escribirse en mármol para que pudieran ser analizados por las futuras generaciones y ayudar así a comprender esta época. Coincido completamente con mi antiguo profesor; de hecho, los estudios han dejado de ser una posibilidad de ascenso en la escala social. Los hijos de los obreros antes podían con su esfuerzo llegar a tener una posición social mejor que la de sus padres, hoy es bastante más difícil. Un grado universitario ya no constituye un ascensor social, entre otras razones porque ya todo el edificio educativo se establece a nivel del suelo, no hay dónde subir; a excepción quizá de los másteres, no siempre al alcance de todos. Por otra parte, como explica el autor, la educación secundaria se pierde en teorías y ‘palabros’ que poco aportan a una sólida formación del alumnado. No queda sino recordar el final de su artículo: "Un ser humano sin educación es alguien limitado, imposibilitado para obrar con sabiduría".

Luciano Ibáñez Dobón. ZARAGOZA

Pelotaris de Illueca

Me parece una excelente idea la de recuperar la afición del deporte de pelota a mano. Tan buena idea como difícil es poner al día un deporte que fue siempre duro, tanto por las dificultades que entrañaba contar con tres paredes –o dos– como por la dureza de la pelota y la delicadeza de las manos que tenían que golpearla. Y eso que hace años las manos rudas de los artesanos, de los labradores y de otros trabajadores estaban más habituadas a endurecerse por sus propias labores. Teníamos un trinquete en Illueca que regentaban la tía Pilar y su esposo ‘cantarero’ Gaudencio. Desde ese gran corral o patio de manzana se colgaban las pelotas altas hasta el corral de ovejas y cabras del abuelo Vicente y la abuela Petra. Allí se jugaba y se apostaba. Recuerdo a los grandes pelotaris, que aceptaban retos con los de otros pueblos. Entre los mejores, los hermanos Alonso ‘Campanillas’, el tío Tarsicio, Joaquín, Juan Pablo ‘Pasajero’, Cesarín, Luis ‘Calabacicas’, etc. Hasta que llegó Gerardo –ya en el frontón del polideportivo ‘Padro Sancho’–, que hacía ‘cantar’ a la pelota, porque tenía gracia, fuerza y habilidad. Otros temían el juego en fin de semana porque no podían trabajar los lunes a causa de la inflamación de sus manos. Hoy, los pelotaris, profesionales y aficionados, juegan con las manos vendadas, prácticamente forradas, para evitar el dolor, los esguinces o la aparición del sobrehueso. Son tiempos difíciles... también para la lírica.

José Javier Forcén Ruiz. ZARAGOZA

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono). HERALDO se reserva el derecho de extractarlas y publicarlas debidamente firmadas.

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