Europa y el reto del coche eléctrico

La sede de la Comisión Europea en Bruselas.
La sede de la Comisión Europea en Bruselas.
Zheng Huansong / Europa Press

La Unión Europea quiere encabezar la transición energética. 

Es encomiable. Y se sirve de lo que mejor sabe hacer: dictar normas. Bruselas es una máquina de escribir regulaciones. Y no cabe duda de que la capacidad de hacer directivas para quinientos millones de personas en el mayor mercado del mundo es un arma poderosa. Pero en este asunto, como en tantos, además de legislar hay que hacer realidad lo legislado. Y eso es más difícil. Ahora la Unión ha acordado que a partir de 2035 sólo se podrán vender coches que no emitan dióxido de carbono, aunque con una trampilla para que los alemanes vendan sus combustibles sintéticos. Sin embargo, para conseguir ese objetivo no basta con el ‘hágase’ de burócratas y políticos, sino que hace falta una gran transformación de la industria y una compleja adaptación de los consumidores. Europa es una potencia en la producción de automóviles, pero apenas fabrica las baterías necesarias para el coche eléctrico, ni sus empresas dominan esa tecnología, ni en su territorio se extraen materias primas esenciales. El despliegue de una red de puntos de recarga está en mantillas, y hay que suponer que también será necesario un notable aumento de la producción de electricidad, que tendrá que venir de fuentes renovables. Y hoy por hoy, la mayoría de los consumidores no confían en los coches eléctricos. Por añadidura, estamos en tiempos de tipos de interés al alza, que no facilitan la inversión, retroceso de la globalización, que no facilita el comercio, y sacudidas financieras. Doce años no es tanto tiempo, la tarea es mucha y no está claro que el empeño vaya a tener éxito.

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