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  • EDITORIAL

Cumbre en Santo Domingo

El rey don Felipe, junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, durante la XXVIII Cumbre Iberoamericana.
El rey don Felipe, junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, durante la XXVIII Cumbre Iberoamericana.
Europa Press

La vigésimo octava Cumbre Iberoamericana se celebra este fin de semana en Santo Domingo a pocos meses de que España asuma la presidencia de la Unión Europea, con lo que se acercan en el tiempo las dos dimensiones fundamentales de la política exterior de nuestro país y de su perfil internacional.

 España tiene que reforzar sus vínculos humanos, culturales, políticos y económicos con Iberoamérica, en busca de una cooperación que aproveche los lazos históricos en beneficio de los pueblos de uno y otro lado del Atlántico.

Iniciadas en 1991, y aunque su trascendencia política ha sufrido altibajos, las reuniones de jefes de Estado y de gobierno de la comunidad Iberoamericana, en la que participan veintidós naciones, son para España el reflejo de su propia identidad y una faceta esencial de su perfil internacional. El rey don Felipe, ayer en Santo Domingo, subrayó la necesidad de sobreponerse a las diferencias y de aunar esfuerzos en pro del desarrollo común, en una reunión que en esta ocasión se centra especialmente en asuntos como la transición digital, el medio ambiente y la seguridad alimentaria. España, que pronto asumirá la presidencia de turno de la Unión Europea, tiene que procurar allanar el camino para acuerdos transatlánticos que contrarresten la creciente penetración económica y diplomática de China en los países iberoamericanos. En este sentido, es significativa la participación en la cumbre, junto al Rey y al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, del alto representante europeo para la Política Exterior, el español Josep Borrell. No cabe duda de que en la actualidad hay en Iberoamérica algunos gobiernos populistas o autoritarios que deben ser reprobados, pero la acción diplomática ha de mirar también a la relación entre los pueblos y potenciar los intereses compartidos, en un mundo complejo y conflictivo en el que España debe elevar su perfil y su influencia al tiempo que contribuye a un orden internacional más justo.

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